Las corridas de toros y ese nosequé

Publicado el 17 julio 2010 por Hugo
Lo que nos conmueve y embelesa en una buena corrida es, justamente, que la fascinante combinación de gracia, sabiduría, arrojo e inspiración de un torero, y la bravura, nobleza y elegancia de un toro bravo, consiguen, en una buena faena, en esa misteriosa complicidad que los encadena, eclipsar todo el dolor y el riesgo invertidos en ella, creando unas imágenes que participan al mismo tiempo de la intensidad de la música y el movimiento de la danza, la plasticidad pictórica del arte y la profundidad efímera de un espectáculo teatral, algo que tiene de rito e improvisación, y que se carga, en un momento dado, de religiosidad, de mito y de un simbolismo que representa la condición humana, ese misterio de que está hecha esa vida nuestra que existe sólo gracias a su contrapartida que es la muerte. Las corridas de toros nos recuerdan, dentro del hechizo en que nos sumen las buenas tardes, lo precaria que es la existencia y cómo, gracias a esa frágil y perecedera naturaleza que es la suya, puede ser incomparablemente maravillosa.
Mario Vargas Llosa.

En el pensamiento de Karl Marx una de las connotaciones que se da al término "ideología" es la de "falsa conciencia". La percepción exagerada, cuando no la falsedad y desprecio de las evidencias, la deformación histórica y la sustitución de la descripción por el uso metafórico y emotivo del lenguaje, es, en líneas generales, lo que caracteriza al discurso corriente y mayoritario sobre los toros en España. De ahí que quepa hablar de una auténtica "ideología taurina": una falsa conciencia sobre el espectáculo edificada sobre mitos y medias verdades.
Pablo de Lora, Justicia para los animales. La ética más allá de la humanidad, Alianza Editorial, Madrid, 2003, p. 281.