Supe de la insultante respuesta a Nuria Azancot en la misma tarde del 26, por una llamada de mi amigo el novelista Justo Sotelo, que no se creía lo que estaba leyendo. Cuando cerré la conversación con Justo, busqué, llamando a varios amigos comunes, el móvil de Chus: no se me ocurría otra respuesta que llamarlo para que él, directamente, me explicara el despropósito y las razones del mismo. No lo encontré. Como obligado sucedáneo de la llamada telefónica, le envié un mail de carácter privado del que al día de la fecha no he obtenido respuesta. Una confirmación del talante autoritario y pelín soberbio con que se expresó: o de la plena conciencia de que carecía de cualquier asomo de razón.
Yo fui (soy, creo, aunque han pasado doce años desde entonces) autor de Visor con un libro con una historia que no procede contar, Donde nunca hubo ángeles. Mi relación con Chus ha sido siempre amistosa, de respeto mutuo aunque bordeando la ironía y la chanza en no pocas ocasiones (soy del Real Madrid y él del Atlético), y la propia de un autor ante uno de sus editores: intenté en varias ocasiones publicar un nuevo libro con él sin que mediara el consabido premio: infructuosamente. Deduzco que no le gustó el libro (lo cual no es un demérito después de conocer sus gustos más depurados) o que su precaria situación económica no le permitía añadir, sin subvención o premio, un título más a su catálogo o, sencillamente, que no le caigo bien por razones que se me escapan. Aunque no me es difícil apuntarlas. Lo haré a continuación.
Nunca he ocultado mi admiración por el trabajo desarrollado durante décadas por el editor García Sánchez. Pese a su concepción de la poesía, con la que discrepo, siempre he considerado que en los años 70 abrió una nueva vía de difusión, distribución y promoción de la poesía hasta convertirse en un referente obligado. Después, las cosas discurrieron por otro camino: la proliferación de premios institucionales de los que Visor se beneficia vía edición, ahorro de derechos y alguna que otra ventaja adicional (dinero público a fin de cuentas), la subvención y la búsqueda deproyectos financiados por las administraciones a ambos lados del Atlántico, y la beligerancia vehemente contra cualquier crítico que se atreva a señalar alguno de sus errores o a discrepar de su línea editorial, han ido marcando la pauta de su sello, un sello que, como bien apunta Martín López-Vega, es el equivalente al Planeta en el ámbito de la poesía y foco de atracción de todo poeta que quiera mucha difusión y distribución sin competencia. No está mal, por cierto. Un deseo tan legítimo o más que cualquier otro.
Sin embargo, difícilmente soporta la crítica. No esconde sus filias ni sus fobias y convierte su particular mirada en una categoría universal de nocivos efectos para el conjunto del panorama poético de nuestro país. Más de una vez he dicho (creo que Vázquez Montalbán decía algo parecido) que el buen crítico de poesía es aquel capaz de descubrir, en todo libro, su "proteína", su contenido de poesía de calidad más allá de la opción estética de su autor. En otras palabras, gozar y reconocer la calidad de la poesía de Claudio Rodríguez, por ejemplo, y de Ángel González, de Blas de Otero, por ejemplo, y de Pablo García Baena, de Miguel Hernández yy de Aleixandre, en las antípodas estéticas unos de los otros.... La misma visión abierta reclamo del buen editor de poesía: acoger la pluralidad, respetar las distintas opciones formales y temáticas, ser generoso e integrador y saber detectar la calidad, el “duende” que respira en todo buen poema, sea realista o sea onírico o irracional.
Dos son los “momentos” en que me he manifestado de ese modo. La primera fue a propósito de la imagen que, desde círculos próximos a la editorial, se transmitía del poeta Ángel González tras su fallecimiento, una imagen superficial y arquetípica, vinculada a la noche, al alcohol y a la juerga, que lo alejaba del que yo había leído y conocido en los años 70 y cuyos poemas habían sido referentes de mi generación. Lo conté, delante de Chus y de algunos de sus autores y amigos, en un homenaje en un pueblo de la periferia de Madrid y lo escribí en el libro que se publicó con ese motivo. El texto puede ser leído en este enlace: “El Ángel González al que quiero, admiro y releo”. Y en este blog hay una reflexión sobre aquel homenaje ( ¨Ángel González y Javier Egea").
El segundo fue más ruidoso:
me vi moralmente obligado a responder a la riada de descalificaciones e
insultos a un Antonio Gamoneda que se había atrevido a decir, tras la muerte de
Benedetti, que valoraba más su actitud cívica que su poesía. Al constatar el silencio con que en el mundo poético fueron recibidos esos
insultos (en los que se empeñaron a fondo algunos autores “de la casa”), sentí la responsabilidad de defender al poeta leonés. Y lo hice con un artículo que se publicó en Opinión de El País en junio de 2009. Como el
artículo puede ser leído íntegramente (“Lo
inoportuno y lo inaceptable” ) sólo me limitaré a reproducir lo que llegó a
decir Chus Visor del premio Cervantes leonés: lo calificó de poeta "de
segunda división", de "ser sujeto al techo por telarañas",
afirmando que Benedetti "comparado con Gamoneda es el Barça frente al
Alcoyano".
Se ha escrito mucho sobre otros aspectos de la entrevista, especialmente
sobre su descalificación de la poesía escrita por mujeres y de la mayoría de
las poetas españolas. No abundaré sobre ello, pero en su propio catálogo hay
mujeres que desmienten su apreciación. Y en la historia más reciente de nuestra
poesía, no pocos nombres insustituibles: Julieta Valero, Concha García, Olga
Novo, Olvido García Valdés, Elena Medel, Raquel Lanseros, Angelina Gatell,
Julia Uceda, Francisca Aguirre, Blanca Andreu, Clara Janés, Miriam Reyes, Marta
Agudo, Rosa Lentini, Ana Pérez Cañamares, Ana Merino, Ángeles Mora, Chantal Maillard, Esperanza Ortega, Elvira Daudet…. ¿Para qué seguir?
Confío en hablar algún día con Chus Visor sobre estos asuntos. Creo que el
diálogo, la discrepancia en el respeto y el intercambio de ideas y posiciones
es un elemento básico de todo ecosistema literario, y más aún poético, que se
precie. Tengo el orgullo de dirigir una colección de poesía en las antípodas
del criterio que Chus proclama: diversidad, atención a las poetas, convivencia
de estéticas, autofinanciación sin subvenciones pese a las dificultades,
ausencia de premios, atención a poetas olvidades, recate de grandes libros…. Es
decir, independiente. Es el mismo principio que aplico a la crítica. A pesar de
los pesares. Y, sobre todo, a pesar del más importante editor de poesía del
país y, sobre todo, a pesar de sus insultos.