—Hola. ¿Mª José Planelles? —Sí, soy yo. —Le traigo unos paquetes. Firme aquí.
Estampé mi rúbrica sobre el papel y despedí al mensajero. Entré las cajas muy cuidadosamente y las coloqué en un rincón. Pensé: "Aquí estará seguro".
Me moría de ganas de abrirlas. Necesitaba verle desesperadamente. Pero las prisas nunca son amigas de nadie, así que decidí que era mejor esperar a que estuviésemos toda la familia. Además, de este modo podríamos inmortalizar juntos el momento.
—B, ¿te acuerdas cuando te dije que había diseñado un moodboard para un concurso de @madresfera y Bugaboo España? ¿Ese que era para conseguir un carro para César? —Aaaah, sí. Me acuerdo que te voté. Y le dije a E. que también lo hiciera. —Pues... ¡me eligieron! ¡Soy una de las seis blogueras seleccionadas! ¡#soyembajadordelcolor! Aquí dentro está el carrito. —dije señalando las cajas— Se llama Buffalo, Bugaboo Buffalo. —¡Que guay! ¿Y ya es para ti?
Hacía tiempo que no nos habíamos juntado y estuvimos un rato más de cháchara. Después cada una se marchó a seguir con sus tareas. Era un viernes repleto de cosas que hacer: cole, compras en el super, cumpleaños, clases particulares del mayor... Y la mañana siguiente no estaba menos ocupada. De modo que tuvimos que esperar al sábado por la tarde para poder montar a Buffalo.
Ese sábado, hacía un día muy bueno. Como las tardes ya se alargan, aprovechamos para dar un largo y agradable paseo de despedida con Carro. En un rato iban a comenzar sus vacaciones, o quien sabe si su más que merecida jubilación. Llegamos a casa, dejé a Carro en un lado y saqué los paquetes al patio. Allí estábamos todos: papá, Marco, Carla, Cesar, N, la iaia y yo. Cogí un cúter y me dispuse a abrir los precintos. Estábamos emocionados. Carla no paraba de dar brincos. Llevaba dos días contándole a todo el que quisiese escucharla que teníamos a Buffalo en casa. Abrí cuidadosamente las cajas y fui sacando las piezas una a una. Busqué el manual entre las bolsas. En él, la familia Bugaboo nos indicaba como montarlo correctamente y como cuidarlo. Sé que debería haberlo leído primero en su totalidad, pero no pude. Las ganas de verlo ya listo con ese precioso color rojo que se ve a kilómetros y que me transmite tanta energía pudieron conmigo. Además, era tan sencillo...
Puse las ruedas en el armazón, amarré el cestillo, coloqué la silla en el chasis, metí las varillas en la capota roja, puse la capota a la silla y, con un simple "clac", uní la silla a las ruedas. Allí estaba Buffalo. Tan alto, tan robusto, tan versátil, tan moderno, tan rojo, tan... Su sola presencia parecía llenar el patio. Carla se subió en cuanto pudo. Lo empujaba, ponía y quitaba la capota, se subía, se bajaba, se volvía a subir... Estaba tan contenta... A los cinco minutos el pobre Buffalo ya tenía marcadas las huellas de los pequeños zapatos de Carla por todos lados. Pero no importaba, un trapito húmedo o una toallita de bebé y volvía a lucir impecable.
Era el momento de coger a César y presentarle a Buffalo. Él iba a ser su infatigable compañero durante las próximas semanas. "¿Se gustaran?" Cuando senté a César sobre Buffalo, se sintió extrañado. Debió pensar: "Aquí pasa algo... Este no es Carro. Es distinto..." Le abroché el cinturón de cinco puntos, le puse el arco protector y observé. Lentamente, una sonrisa picarona asomó en su rostro. Sí, le gustaba su nuevo amigo.
¿Qué aventuras correrán a partir de ahora los nuevos compañeros? ¿En que situaciones se verá envuelto Buffalo? No te pierdas el próximo capítulo de... Las crónicas de Buffalo.
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