El budismo se introdujo en Japón en el siglo VI. Ocurrió en un momento en el que Japón adquirió conciencia de estar rezagado con respecto a sus vecinos del Asia continental y el budismo formó parte de ese programa modernizador. La tradición dice que el budismo fue introducido en Japón con motivo de una embajada que el rey de Paekche (en la actual Corea) envió en 538 (552 según otros) para recomendar la adopción de dicha religión. Para entonces, los japoneses ya habían tenido algún conocimiento del budismo mediante las colonias coreana y china que residían en las islas.
El gran espaldarazo al budismo japonés se lo daría el príncipe Shotoku a finales del siglo VI. Shotoku estudió las doctrinas budistas con ayuda de eruditos coreanos. Shotoku consideró que el budismo podía ser una herramienta muy útil para crear un estado centralizado y fuerte a la imagen del chino. Además, permitiría a Japón introducirse en el entramado que tenían los estados budistas de China y los reinos coreanos de Pakche, Silla y Koryo. Shotoku elaboró una constitución de 17 puntos para el país, en la que mezcló religión y normas éticas con consideraciones políticas y económicas. Aunque en lo ideológico el confucianismo influyó más que el budismo en la constitución, para la Historia ha quedado su segundo punto que dice: “Los Tres Tesoros, que son el Buda, el Dharma y la Sangha, deberán ser reverenciados con sinceridad, puesto que son el refugio final de todos los seres vivos. Pocos hombres son tyan malos que no se les pueda enseñar su verdad.” Este budismo japonés de los primeros tiempos se caracterizó por tres rasgos: 1) Sus practicantes eran los miembros de la aristocracia próximos a la corte. Tal vez debido a este origen de religión patrocinada e impulsada desde el poder, históricamente todas las escuelas buscarán establecer vínculos con la corte para obtener su patronazgo; 2) El budismo fue muy valorado en sus inicios por los poderes taumatúrgicos que se le atribuían; 3) No desalojó a los “kami”, las divinidades del sintoísmo, sino que las acomodó. Budismo y sinto desarrollaron un modus vivendi en el que ninguno le pisaba los callos al otro, que duró 1.400 años.
Durante la época Nara se establecieron en Japón seis escuelas chinas que habían sido copiadas directamente de la India (coloco los nombres de las escuelas japonesas y al lado entre paréntesis las escuelas chinas correspondientes): ritsu (lu-tsung o escuela del vinaya); jojitsu (ch’eng shih tsung, escuela centrada en el estudio del “Satyasiddhishastra”); kusha (chu-she tsung, centrada en el estudio del “Abhidharmakosa de Vasubandhu); sanron (san-lun tsung o madhyamaka); hosso (fa-hsien o yogacara); kegon (hua-yen). Como en el caso de China, se trataba de escuelas compuestas por monjes estudiosos, que se centraban en el estudio de un texto particular, y cuyo atractivo para los laicos era mínimo.
En el período Heian (794-1185) aparecieron dos escuelas que serían mucho más importantes para el budismo japonés, la tendai y la shingon, y que terminarían desplazando a las seis escuelas de la época de Nara.
La escuela tendai es el trasunto japonés del t’ien t’ai chino, que se centraba en el estudio del Sutra del Loto. La introdujo Saicho en Japón a comienzos del siglo IX. A la doctrina original, que era más erudita, Saicho le incorporó elementos esotéricos y del ch’an. A finales de siglo IX Ennin y Enchin acentuaron los elementos esotéricos del tendai para hacer frente a la popularidad de la escuela shingon. La escuela shingon fue introducida por Kukai más o menos al mismo tiempo que Saicho establecía la escuela tendai. Se trataba de una escuela esotérica, cuyas enseñanzas se basaban en el Sutra del Buda Mahavairocana. Pronto tendai y shingon cayeron en el mismo error en el que habían caído las escuelas de la época Nara: la excesiva dependencia del poder político y sus favores.
Al inicio de la época Kamakura (1185-1333) las escuelas del budismo japonés se encontraban anquilosadas, perdidas en el mundo etéreo de las disquisiciones filosóficas y lamiéndole el culo a los gobernantes de turno. Era evidente que no tenían ya nada que pudiera atraer al vulgo. Se repetía la situación que había conocido el budismo japonés al inicio de la época Heian. Fue entonces cuando entraron, procedentes de China, dos corrientes que insistían más en la práctica y la salvación y que serían las que marcarían el budismo japonés hasta nuestros días: la Tierra Pura y el ch’an.
Aunque las doctrinas de la Tierra Pura ya eran conocidas en el Japón Heian, fue con Honen en la segunda mitad del siglo XII cuando adquirieron un carácter independiente. Honen rompió con la escuela tendai a la que pertenecía y en 1175 fundó el Jodo-shu. En la interpretación que hizo Honen de las doctrinas chinas sobre la Tierra Pura ejerció mucha influencia la idea de “mappo”, que ha marcado al budismo japonés mucho más que a otros budismos. El budismo pasaría por una serie de etapas de degeneración progresiva tras la muerte de Buda. Honen estimaba que ya estaba viviendo la etapa final, una etapa de tanta degeneración, que la única salvación posible es la que viene del Buda Amida y su voto de hacer que quienes reciten su nombre renazcan en una tierra pura. Su sucesor Shinran llevó la doctrina al extremo, hasta un punto de abandono a la gracia de Amida que le habría resultado familiar a Lutero. Shinran fue el fundador de la jodo sin-shu, la verdadera escuela de la Tierra Pura, que terminó por tener más relevancia que la jodo-shu de Honen.
El ch’an fue introducido por Eisai, que introdujo la escuela de Lin-ji (Rinzai en japonés), a finales del siglo XII. La otra gran escuela del ch’an chino, la Tsaotong, fue introducida por Dogen en la primera mitad del siglo XIII.
El budismo de la era Kamakura aún produjo otra escuela que, excepcionalmente, no provenía de China, sino que fue una creación autóctona del país: la Nichiren-shu, la escuela de Nichiren. Nichiren fue un monje tendai que a mediados del siglo XIII fundó una escuela que amalgama budismo y fascismo. Como buen tendai, Nichiren pensaba que la cumbre del budismo es el Sutra del Loto. Dado que el sutra es muy abstruso para los legos, se le ocurrió que la esencia del Sutra se encuentra contenida en su título con lo que su mero recitado servía para alcanzar la iluminación. Nichiren pensaba que Japón era un país superior a los demás y que desde él, el Sutra del Loto irradiaría sobre todo el mundo. Uno empieza con ideas como ésas y el día menos pensado termina invadiendo Polonia.
Tras la época Kamakura, no surgieron ya nuevas escuelas en Japón. Los pensadores que hubo fueron más mantenedores y renovadores que grandes creadores.