La verdad es que se trata de matar las horas de la mañana y de relacionarse, de verse, compartir una refrescante mimosa y hablar las unas de las otras y vice-versa. Con ese ingenuo pasatiempo se justifica el día en los círculos de la créme.
Las doñas llegan puntuales al club montadas en inmensos vehículos de lujo, y a pesar del tórrido sol exterior todas muestran una piel nívea, hidratada, de una jovial tersura. Doña Scarlet, Doña Hilda y Doña Fifí, son habituées y no tienen otros compromisos que los sociales, ya que todos los flancos de su existencia están holgadamente resueltos por rentas y pensiones de maridos y exmaridos, por lo que disfrutan de una placentera existencia tan sólo interrumpida por el stress que les proporciona la administración de su villa de Casa de Campo y la disciplina del fitness que les proporciona las formas justas para enfundarse sus vestidos de la haute costure. Texto e ilustración: Carlos de Castro