Por Iván Rodrigo Mendizábal
(Publicado originalmente en revista digital internacional Amazing Stories, el 27 de julio de 2016)
Las dos caras de Ganímedes tiene un argumento sencillo: Ariel, un niño de escasos recursos, curioso, con vena de inventor y con ganas de aprender, conoce a un científico suizo, Estéfano, con quien entabla amistad y una relación de aprendizaje de la ciencia astronómica. Va a Suiza donde, en el laboratorio del científico, conoce de un aparato por el cual Estéfano se plantea comunicar con inteligencias extraterrestres. Sus pesquisas, en efecto, les hacen contactarse con unos seres de Ganímedes, satélite donde son transportados. Allá conocen de una organización compuesta de varios seres de diversos planetas y constelaciones del universo, encargados de ver por el equilibrio de la Tierra y otros cuerpos celestes. Ariel y Estéfano son comprometidos a formar parte en un futuro de dicha organización; cuando retornan a la Tierra, Ariel es adoptado por Estéfano y junto a la madre del niño, se forma una familia.
En rigor, la novela, por el trazado anterior, toma la ciencia ficción como motivo más no como estrategia. Su anclaje en el presente le hace aparecer como una novela más bien de formación antes que de ciencia ficción, donde un niño, quien no tiene un padre, conoce a uno en otro continente, gracias a su inventiva. Pero el científico desea ser visto como abuelo, es decir, como quien tiene un legado. De tal científico, por lo demás ya jubilado, el niño aprende lo que le interesa, la ciencia astronómica, es decir, el saber observar las estrellas y comprender su naturaleza.
Tal novela de formación, de este modo, nos pone en el escenario de la conformación de una relación humana, en el que se aprende de quien conoce, de quien es una autoridad, recorriendo el mismo camino por este trajinado. Proaño Miranda carga en su novela una dosis de afectividad, con el trazado de dos seres humanos que necesitan el uno del otro tanto en su crecimiento intelectual como espiritual. La historia básica de la novela se reduce a ello.
La otra cuestión que está presente es el contacto con seres extraterrestres y el hábitat por ellos desarrollado en Ganímedes, según la novela, la única luna de Júpiter habitada. El título de la obra, Las dos caras de Ganímedes, alude, de acuerdo a este hecho, que hay una zona de tránsito y otra donde está una ciudad y un gigantesco laboratorio. En cierto sentido, este encuentro y el conocimiento que se tiene de la civilización de paz y cultura que prevalece en dicho satélite, parece ponernos en la ciencia ficción. En cierto modo, lo que evidenciamos, mediante el contacto y el conocimiento de ese otro mundo-laboratorio, es un entorno donde se ha conciliado, donde se reúne variedad de especies, donde hay una mancomunidad unida hacia un fin, en el que el ser humano todavía no puede formar parte. La premisa es que la humanidad, no obstante su desarrollo intelectual, tecnológico, civilizatorio, debe madurar mucho para formar parte de una comunidad universal. La novela, en este sentido, quiere evidenciar que en el universo no estamos solos y que otros más bien están observándonos.
Proaño Miranda, para sustentar sus mundos, el de la Tierra y el de Ganímedes, recurre a las explicaciones científicas, a datos, a mapas o dibujos. Es decir, usa una de las estrategias de la ciencia ficción para amoblar la trama; con tales explicaciones, el argumento parece cobrar densidad. Lo que le falta es pasar del realismo a idear más allá de lo que ya se conoce.
Y esto me lleva a decir que Las dos caras de Ganímedes, en su afán de ser didáctico, es decir, explicativo, queriendo esconder la voz de la autora como pedagoga, quien trata de aleccionar, mezclando la estrategia de la ciencia ficción con cierto discurso sobre la proximidad de seres extraterrestres inteligentes, se presenta como una novela poco creativa y esquemática. Es una novela realista con disfraz de ciencia ficción, aunque el tema del contacto con seres extraterrestres pueda parecer ser importante. La autora pierde la ocasión de desarrollar este asunto con más detenimiento, pues no se trata solo del contacto, del paseo por los bosques y los vericuetos de la ciudadela de Ganímedes o el encuentro con seres de otras constelaciones, además de especies desconocidas, sino de lo que implica todo ello. La novela no fabula ni hace fabular, solo pone la evidencia y se deshace rápidamente de esto para derivar en un asunto de congregación familiar que quizá era la intención inicial de la obra.
Con todo, no obstante las falencias dadas por desconocer rigurosamente a la ciencia ficción, Las dos caras de Ganímedes es meritoria en el panorama de la literatura infantil y juvenil en Ecuador en la medida que su autora se atreve a escarbar un género poco explorado para dicho público.
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