La historia, como consecuencia de la conducta humana, ha cambiado poco, después del pecado original (la desobediencia inducida) en el capítulo cuarto del Génesis, Caín y Abel representan la primera y la última consecuencia de la conducta animal del hombre, la lucha fratricida.
La mayoría de los conflictos bélicos y de los desastres sociales se desarrollan en los más reducidos ámbitos étnicos o tribales. Desde mi pequeño confesionario de padre y esposo, no me son ajenas las trifulcas familiares entre padres e hijos y entre hermanos. No quiero tocar, ni de pasada, el tema de la guerra civil, que a estas alturas me parece que habría que olvidar de una vez. Pero si me viene a la cabeza un experimento de laboratorio para las ciencias sociales, lo tendríamos en la península de Corea, para analizar cómo evolucionan los seres humanos de la misma raza y en la misma geografía según el sistema institucional que adopten.
Hace unos días se recrudecen las amenazas y se lanza un misil por el cielo de Japón, de alto riesgo, que pone en jaque a sus diplomacias y sus gobernantes, pero llevan así desde que aquel conflicto en el que trataron de “ayudar” desde fuera los convirtió en buenos o malos según a qué lado de la frontera estés (también es para analizar en capítulo aparte el eterno conflicto del Norte contra el Sur). Corea del Sur, la demócrata, la vinculada a USA, es la 13 economía mundial con una floreciente industria, es líder global en la producción verdadera de aparatos electrónicos, semiconductores y celulares. Y la otra la del Norte, la pro soviética, la del líder loco y desaprensivo, (no quiero pensar tampoco en Donald Trump) a pesar de tener al pueblo militarizado y sumido en la ignorancia libertaria, es el cuarto ejército del mundo con armas de destrucción masiva, nucleares y fulminantes.
Todo depende del color con que se mire, ni quito ni pongo rey, que yo voy simplemente a que la conducta humana ha cambiado poco, la vida sigue igual.