Las dos lecciones más importantes de la vida

Por Falcaide @falcaide
Tener la oportunidad de coquetear con la muerte permite contemplar la vida con otra mirada, con más hondura, con más perspectiva, con más sentido vital. Las personas que han pasado por experiencias límites así lo manifiestan. Una enfermedad, un accidente, la quiebra de la propia empresa... son situaciones que obligan a citarse con uno mismo, sin escapatoria (merece la pena ver la excelente película El hijo de la novia). El dolor bien digerido ayuda a desarrollar de manera natural una sensibilidad que permite ver más allá de lo evidente, de lo explícito, de lo que uno tiene delante de los ojos.
He tenido la oportunidad de compartir conversación con diferentes personas que han atravesado por situaciones extremas en las que la frontera que separaba la vida de la muerte era mínima. Tres de ellos son: 
1. GUSTAVO ZERBINO. Superviviente del accidente aéreo de Los Andes en 1972 que dio lugar posteriormente a la película de cine ¡Viven! (1993) y a varios libros sobre aquella experiencia de más de 2 meses a 40 grados bajo cero en las montañas sin comida ni abrigo | Lee entrevista
2. WILLIAM RODRÍGUEZ. Última persona en salir con vida del World Trade Center tras los atentados terroristas del 11–S de 2001 en Nueva York. Willy era el encargado de la limpieza de los 110 pisos del rascacielos | Lee entrevista
3. JORGE VALDANO. Ex Director General Deportivo del Real Madrid quien estuvo a punto de perder la vida cuando el helicóptero en el que viajaba se estrelló en México | Lee entrevista
A todos ellos les pregunté qué habían aprendido de aquella experiencia y todos ellos coincidieron en dos aspectos:
1. LA IMPORTANCIA DE VIVIR EL PRESENTE.
Es decir, de exprimir cada instante como si fuese el último. Gustavo Zerbino me contaba su experiencia de la siguiente manera:
«Después de lo que ocurrió en la montañas, lo más importante es la pasión que pongo en todo lo que hago. En la cordillera cada minuto era el último y en esa situación vives con mucha pasión. Por desgracia, en nuestro día a día vivimos como una mosca entre dos paredes, preocupados el 80% del tiempo por el pasado y el futuro. Hay que vivir el único momento en el que podemos tomar acción, el presente. El pasado y el futuro son dos estados que nos paralizan. El primero nos angustia porque no lo aceptamos; el segundo nos produce intranquilidad porque no lo controlamos. El hombre escapa al presente porque le tiene miedo».
También una vez conversando con el filósofo José Antonio Marina, le pedí opinión sobre el siguiente comentario que un escritor hacía: «Aunque muramos más tarde, vivimos menos». Y esto me contestaba:
«Nos encontramos más dispersos, más distraídos y dándonos menos cuenta de que vivimos. La agitación y la prisa tienen un componente de que estoy en otro sitio de donde estoy. La cultura oriental se basa en el eternal now: vivir el momento presente. Nosotros estamos demasiado pendientes del pasado o del futuro; o arrepintiéndonos del ayer o intranquilos por el mañana. No tenemos conciencia clara del hoy; o como decía un poema de Quevedo: He llegado sin darme cuenta de que he viajado». 
El Carpe Diem renacentista no tiene nada que ver con estar de farra todo el día. No. Tiene que ver con vivir el presente, con aprovechar el momento; o dicho de otra manera: estés donde estés y hagas lo que hagas, exprime ese instante. Da igual si es tiempo de ocio o de negocio, exprímelo. Alejandro Jodorowsky lo expresa con estas palabras: «Si no estás aquí, no estás en ningún lado». Es El poder del Ahora del que tanto habla Eckhart Tolle.
De vez en cuando merece la pena recordar esta escena de la excelente película El club de los poetas muertos (1989) de Peter Weir.

2. LA IMPORTANCIA DEL AFECTO. 

Está bien pensar en el dinero, los proyectos y la empresa, pero como me comentaba William Rodríguez, «lo realmente importante en la vida es el amor: a quién quieres y quién te quiere». Jorge Valdano también me apuntaba este extremo: «Cuando vives una situación tan extrema como la mía en México, sacas algunas evidencias; una de ellas es que no hay nada más importante y eficaz que el afecto. Cuanto más dura es la vida, más se repara en él. El afecto es el mejor reconstituyente que existe».
El psicólogo David G. Myers en su libro The Pursuit of Happiness (1992) explica: «Con independencia de que sean jóvenes o viejos, hombres o mujeres, ricos o pobres, de Oriente o de Occidente, cuando se les pregunta qué es lo que más felices les hace, cuatro de cada cinco responden que sus relaciones con las personas que aman».
La necesidad de afecto es la necesidad más universal del ser humano. «La falta de afecto hace a los seres humanos crueles», se dice en la película Al este del Edén (1955). Se puede vivir sin muchas cosas, pero no sin afecto. Una vez Álex Rovira también me comentaba:
«Lo importante de la vida es el amor, el contacto con los demás. El contacto con la naturaleza, con la gente que quieres. La vida tiene sentido por dos cosas: por el amor y la felicidad. Si no nos suicidamos es porque tenemos a alguien a quien queremos, que en muchos casos puede ser una planta o puede ser un perro. Se puede sacar del suicidio a una persona regalándole un cachorro. Lo importante es tener un proyecto que te motive a vivir, ya sea la creación de una composición musical, la escritura de un libro, o en el caso de muchos de nosotros: el trabajo. El trabajo es un vehículo para mostrar los talentos naturales». 
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