Las dunas de Auserd

Por Teofermi Teo Fernandez @teofermi
Si vas a Auserd, en los campamentos de refugiados saharauis de Tindouf, indudablemente trata de acercarte a las dunas, pregunta por ellas, ya te dirán. Míralas atentamente y disfrútalas, sube a lo más alto y déjate caer de la manera que sea, de cabeza, de culo, rodando, a toda vela, a saltos, como sea, pero hazlo. Si ya vinieses, aprovisiónate con lo más sencillo y útil, equípate con tu mejor cara y afina tu sonrisa. Desdobla tu ropa de safari y la ropa interior que sea de gala porque siempre pasará algo o, te lían o te lías pero, de cualquier manera lleva aquella que no te importe que se vea, hay granos de arena que les gusta penetrar, sin preambulos ni mediar palabra. Cuando estés, absorbe tantas bocanadas de aire como si ahorita acabara, deja entrever tu primera sonrisa, mira a tu alrededor vuelve a sonreir y grita cuatrocientas veces y una más, ooooooooooooooo o, como te salga pero exagéralo. Desenreda los cordones de tus zapatillas, si quieres ten prisa en quitarlos, ah, incluso te pueden servir de juguete; también se aconseja despojarse de objetos cortantes y de la inhibición. Las dunas de Auserd entonces, te darán la bienvenida, te acompañarán en todo momento y te preguntarán una y mil veces qué querrás hacer. Al final, después de exhaustos, te dirán con el corazón apesadumbrado, no vuelvas a mí y diles a los que están allí cerca que se vayan. Tú como siempre no dirás nada, aunque no te importe que se haga de noche, la voz  melancólica de las dunas te retroproyectan a una pensamiento raro, estremecedor. Cierto este lugar, pensarás, es fantasmagórico tanto para mí como para esta gente que vive al lado. Ahora a punto de irte, te dejas sopesar por la brisa fresca de la tarde que como siempre antecede a una noche gélida. Y te vas por fin. Vuelves a un lugar y luego a otro. Esta es la historia de mil viajes anunciados y la pena de un pueblo, es la realidad de una diversión quebrada. Vete a las dunas de Auserd cuando leas esto y, diles de mi parte que les guardo rencor, ellas ya saben por qué.
Un relato de Chejdan Mahmud Yazid (poeta y escritor saharaui)