Las empleadas domésticas en los Países Árabes

Publicado el 13 julio 2011 por Hogaradas @hogaradas

En árabe la palabra ¨abed¨ quiere decir, a la vez, esclavo y negro. A las pocas semanas de mi llegada a Beirut, promediado el otońo de 1970, fui invitado por el doctor Antoine Karma a cenar. Vivía en el barrio cristiano de Achrafie, cerca del Jardin des Jesuitas. Al concluir la amistosa cena me mostró el piso, y al entrar en la cocina, reparé en un angosto altillo cerrado por una portezuela. ¨Esto -me dijo- lo llamamos ‘Tejete’¨. No supe entonces que era el lugar donde, habitualmente, dormía la empleada del hogar, aunque esta denominación sea demasiado pomposa para calificar a las pobres y vulnerables criadas, sobre todo de origen asiático y africano, que trabajan en los hogares de la clase media beirutí.

En la capital libanesa cualquier familia que se precie tiene una filipina, una etiope, una ceilandesa, en su casa. Su presencia es signo de distinción social. Por ciento cincuenta dólares al mes cuenta con sus servicios y con su forzada entrega. Cuando salen a la calle, acompańadas de sus empleadores, caminan sumisas, algunos pasos detrás, tienen que cargar con los nińos o llevarlos en brazos y estar a su servicio y antojo.

Hay una práctica común en estos países. Tan pronto llegan al aeropuerto las filipinas, las ceilandesas, las etíopes, sus patronos se quedan con sus pasaportes. Lo justifican porque como sufragaron su viaje de ida y vuelta a través de una agencia local a la que la desamparada mujer debe entregar sus primeras mensualidades para rembolsar sus gastos, constituye una medida de precaución a fin de evitar su desaparición o su fuga. A menudo aparecen en los diarios, anuncios de ¨se busca ceilandesa¨ con su fotografía y sus seńas de identidad, advirtiendo a quien la localice que comunique su paradero y se abstenga, sobre todo, de contratarla.

Desde 1965 al 2000, a causa del aumento de la producción petrolífera, creció esta migración en busca de los salarios del Eldorado del Golfo. Fue la Arabia Saudí la que absorbió un mayor número de trabajadoras domésticas. La institución del sponsor o fiador local, configura las condiciones de su estancia y de su trabajo, y puede, a veces, dejar a estas mujeres atadas de pies y manos, a su voluntad.

El restrictivo sistema contractual propicia su explotación y su encubierta esclavitud. Sus acuerdos no están reegulados por las leyes locales ni supervisados por inspectores oficiales. Es el minúsculo principado de Bahrein donde son mejor tratadas las mujeres dedicadas al trabajo doméstico. Son las embajadas del Paquistán, Filipinas, Etiopía, Ceilán las que tratan de proteger sus colonias de trabajadoras.

Hace unos ańos la embajada de Indonesia en Riad informó que alrededor de quinientas mujeres de su nacionalidad buscaban cada día su protección y que muchas regresaban a su país antes del vencimiento de los contratos. Recuerdo escenas lamentables en aeropuertos saudíes de grupos de asiáticas tratadas como rebańos. O en Beirut chicas etiopes de piel oscura y religión cristiana, a la que les impedían asistir a la misa dominical para evitar que encontrasen una casa con mejor salario y trabajo.

Fuente