La Semana pasada estuve en un Desayuno de Actualidad de la Asociación de Marketing de España en el que la empresa Ketchum hacía una serie de reflexiones sobre el marketing político, tan en el candelero en esos días previos a las elecciones generales.
Entre otros temas nos mostraron un trozo de las entrevistas que les habían realizado a Mariano Rajoy y a Alfredo Pérez Rubalcaba en los informativos de Antena3.
Al final de las mismas, la periodista les propone a ambos que imaginen un titular de una página de periódico en el que aparecen como ganadores de la contienda electoral.
Mariano Rajoy responde de forma inmediata “España cambia de rumbo”:
Mientras, ante la misma pregunta Rubalcaba titubea, empieza varias veces, y termina con una frase extraña: “España vota seguro”, frase que se ve obligado a explicar y que se nota que no lo convence ni a él mismo.
Es sorprendente la visualización de estos vídeos ya que está admitido por todo el mundo, independientemente del color político, que Rubalcaba es un comunicador mucho más eficaz que Rajoy y con una gran experiencia en enfrentarse a todo tipo de situaciones como la que se le planteaba en ese momento.
Para complicar más las cosas, la periodista les da a ambos un buen volumen de folios que contienen más de mil preguntas y temas planteados por la audiencia a través de las redes sociales. Rajoy responde que las leerá con atención, que le vienen muy bien para incorporar temas a sus discursos ya que quiere hablar de lo que “preocupa a la gente” (este ha sido un latiguillo muy utilizado en la campaña). Rubalcaba dice que intentará leer algo entre mitin y mitin, pero que no cree que pueda contestar por falta de tiempo. Huelga comentar la calidad de la respuesta de uno y otro.
El marketing político siempre ha sido de gran valor para hacernos reflexionar sobre la estrategia empresarial y de marca.
¿Qué nos aportan estas intervenciones de los políticos a nuestro ámbito de trabajo?
En primer lugar, muestra de forma contundente la necesidad de una “consistencia” del mensaje, no dar” bandazos” cambiando el contenido del discurso así como los aspectos más visuales de la imagen, según parezca que “respira” el mercado. La consistencia de la imagen que se transmite está dada por la alineación de la misma con los valores, misión, visión y objetivos de la Compañía, y nunca debe alejarse de ellos.
Pero sobre todo, nos deja claro que los “portavoces” de la marca, aquellos que hablan en nombre de ella y transmiten sus mensajes, tienen que creer firmemente en ello, estar realmente “imbuidos” del espíritu de la marca. Solo de esta forma podrán contestar sin titubeos y no correrán el riesgo de perder la confianza de los consumidores.