El trastero será el lugar ideal para esconderla, me dije, ya que es innumerable la cantidad deobjetos que con el paso de los años hemos ido acumulando ahí dentro y aunque ultimamente le ha dado por hacer de detective y decidiese entrar, le costaría descubrirla.
Si en algo se está caracterizando este invierno es porlas tardes de lluvia, pero la casita de cartón había quedado completamente relegada al olvido. Hasta el pasado fin de semana cuando de pronto escucho: “-Amaaaaaa¿qué es esto?–“ Era la voz de mi hija Libe procedente del trastero. Últimamente le ha dado por hacer de detective y no hay objeto perdido que se le resista “– mira lo que me he encontrado!!! –“
No sé a cuál de las dos hizo más ilusión tan inesperado hallazgo. Estábamos en plena alerta roja por viento y lluvia, las opciones de entretener a la inquieta y curiosa Libe estaban ya más que agotadas para esas alturas del fin de semana, y además, la idea de construir la casita para luego pintarla y decorarla me atraía enormemente, y hacerlo con mi hija aún más.
Mi quizá excesivo entusiasmo ante la actividad fue sin duda lo que contribuyó a tirar por tierra toda la emoción y la ilusión que le hacía a Libe pasarse la tarde haciendo la casita con su madre. Y esque lo que sucedió no fue otra cosa más que una historia de expectativas incumplidas, cada una de nosotras había visualizado nuestra tarde de manualidades de manera un tanto diferente.
Desenpolvéuna caja donde guardo papeles de colores y diferentes materiales que hace ya algunos años, cuando tenía más tiempo libre del que tengo ahora, utilizaba para decorar álbumes de fotos, cuadros y diversos objetos. Libe estaba encantada, nunca hasta entonces había visto esa caja, y de tanta emoción no podía pararse quieta en la silla.
“–Ahora haremos las tejas así, de ese tamaño, la chimenea con este material, la veleta de este otro…–“ De pronto me había convertido en una “experta en manualidades”. Libe que es un amory estaba tan encantada de tenerme solo para ella, al principio iba siguiendo mis indicaciones con gusto. – Y ahora vamos a pintar esto así…– y mi hija cada vez más desconectada. Yo percibía que estaba haciendo esfuerzos por agradarme cumpliendo formalmente mis indicaciones. –Ahora haz las tejas un poco más pequeñas– seguía yo, y Libe cada vez más desconectada, y cada vez más, hasta que no pudo más. – Qué rollo ama!!!!... Me aburrrrooooo… ¿Es que no te has dado cuenta de que en la caja pone para niños de 3 a 12 años? –
No podía parar de reírme de mi misma. Mi hija con tan sólo 6 años tenía más sentido común que yo! Insistí para que siguiese la actividad conmigo asegurándole que el resto de la casa la haríamos como ella quisiera que ahora sería ella la maestra.Peroya era demasiado tarde, el condicionamiento al que la había sometido ya estaba dando sus frutos. – No ama, si así me encanta, forraremos las paredes con este papel como tú has dicho por que va a quedar muy bonita –.
Es tan sólo una pequeña anécdota familiar, quizá un tanto extrema, pero refleja ese modo de actuar con los niños, que endemasiadas ocasiones, en mi opinión, empleamos cuando programamos, adoctrinamos o condicionamos para que piensen y se comporten de una determinada forma que es la adecuada según nuestro criterio;porque enseñarles a pensar por sí mismos respetando su libertad, su creatividad, y su manera de ser, nos resulta bastante más complicado y requiere de una mayor entrega denuestra parte.
Así quedó la casita después de “mi clase magistral” de manualidades, la he dejado en la habitación de mi hija para que cuando le apetezca la termine…, como a ella le apetezca.