Desde siempre me han molestado las etiquetas y las comparaciones, creo que sólo sirven para "clasificar" a las personas, para limitarlas, encasillarlas y en cierto modo quitarles la libertad de decidir ser diferentes mañana. Por ejemplo, me parece muy diferente decir que un niño está inapetente en un determinado momento que referirnos a él diciendo "es que es de muy mal comer"... Muchas veces interiorizamos esas frases a menudo dichas sin el merecido cuidado y las hacemos realidad. Quedan allí, latentes en nuestro interior, como una sentencia.
Creo que los castellano-parlantes estamos en gran ventaja lingüísticamente hablando en este tema, con respecto a los anglo-parlantes: en castellano podemos hacer la distinción entre "ser" (siempre, permanentemente) y "estar" (a veces, en este momento, temporal o momentáneamente). En inglés, para expresar ambas cosas, usamos el verbo "to be", sin distinción de la permanencia o no de una característica. Me gusta ser quisquillosa en estas cosas porque creo que la manera en la que decimos las cosas realmente importa y puede tener un impacto. Laura Gutman habla mucho de lo que decimos como madres y de cómo narramos la infancia de nuestros hijos al hablar de El Poder del Discurso Materno.
Scott Noelle, el autor al frente de The Daily Groove, cuyos textos a menudo cito y traduzco para Amor Maternal, tiene una reflexión que me gusta mucho sobre este tema y la titula un "Siendo Humano", en lugar de "ser humano", utilizando a propósito el gerundio para recalcar que lo que somos es un proceso dinámico y que nos estamos constantemente reinventando, cambiando, creciendo, siendo...
Nos habla también de que en una sociedad orientada hacia la producción y los productos, existe la tendencia de clasificar como productos y "empaquetar" a las personas dentro de una determinada preconcepción o molde. A menudo olvidamos, nos recuerda, que un ser humano es un proceso viviente - un "siendo humano".
Los niños son particularmente dinámicos - siendo a menudo visiblemente diferentes de un día para otro - y no suele suceder que dos niños se desarrollen de exactamente la misma manera. Esto a menudo representa un reto para nosotros, precisamente porque hemos sido condicionados para "necesitar" poder predecir las cosas (léase: controlarlas) como por ejemplo ocurre con los objetos estáticos.
Muchas de las luchas que ocurren entre padres e hijos pueden ser evitadas simplemente al permitir que los niños sean diferentes a cómo eran el día anterior, ¡o incluso el minuto anterior! Un niño podría por ejemplo "odiar" los guisantes al comenzar la cena y luego "amarlos" de ahí al final de la misma comida, con tal de que uno de sus padres no pronuncie que el niño es un odia-guisantes en ese ínterin.
Asi que nos propone, que hoy vigilemos, estemos conscientes y atentos a la manera con la cual hablamos a nuestros hijos. Observemos, que las "etiquetas" tienden a clasificarlos como objetos estáticos. Podríamos evitar las etiquetas al enfocarnos en el proceso. Por ejemplo, "es un quisquilloso para comer", se convertiría en "aún está descubriendo o definiendo sus gustos al comer".
Procuremos evitar con especial empeño las palabras "siempre" y "nunca", como por ejemplo "ella *nunca* se cepilla los dientes de buena gana".
Algún día sí que lo hará :-)
¿Y ustedes qué opinan? ¿Qué piensan de las etiquetas?
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