Las faldas de Hollande

Publicado el 17 enero 2014 por Abel Ros

Fue, paradojas del destino, la libido incontrolada del exdirector del FMI, la que entorpeció su carrera hacia los cetros del Elíseo


i Hollande no fuera presidente de Francia – decía esta mañana Amalia – probablemente en estos momentos no estaríamos hablando de "cuernos" en el Palacio del Elíseo. Digo esto, porque este señor no es precisamente ningún George Clooney ni nada por el estilo. Es uno más del montón de los mediocres. Un señorito cincuentón, en esto se parece al "bombón" de la Nespresso, con entradas; gafas disimuladas y algo de barriga". Es, querida Amalia, el poder de su figura y no sus encantos de "hombre", el que atrae a la jovenzuelas a lucrarse con su nombre. Efectivamente, y en ello te doy toda la razón, si este señor fuese uno más del Metro de París, quizá no tendría nada que hacer con la inaccesible Gayet. Pero como es – ni nada más, ni nada menos – el Presidente de Francia, esto cambia las tornas de la atracción y lo convierte, para envidia de muchos, en un "buen partido" para el "sueño parisino".  

"En la historia de los cetros – decía mi cuñado, mientras comentábamos la noticia de Hollande – siempre ha habido alguna que otra salpicadura de cuernos que ha eclipsado, por un tiempo, las agendas políticas. Recuerdo cuando "la pelandusca" de Lewinsky salió a la palestra por sus "amoríos" con Clinton, no se hablaba de otra cosa en los corrillos de los bares. Era como si la "felación" en el despacho Oval – el mismo que acogió, el otro día, el encuentro de Mariano con Obama – fuese más importante que el PIB y todos los parados juntos. Terminé, querido cuñado, de la becaria y las "canas de Bill", hasta los mismísimos "cojones" y, todo para que al final, el susodicho admitiese que había tenido una "relación inapropiada" con la becaria despeinada". La erótica del poder, estimado Alejandro, es como el efecto anestiasante que desprende la flauta ante los mimbres de la serpiente. Los líos de faldas en los aposentos presidenciales siempre han estado presentes desde los tiempos de Juana. 

"Grandes hombres -en palabras de Aurelio – han visto como sus torres de naipes han caído ante tacones lejanos y tetas desconocidas. Si Dominique Strauss-Kahn no hubiese sido denunciado por la camarera del Sofitel, probablemente otro gallo cantaría, hoy, en las faldas de Hollande. Fue, paradojas del destino, la libido incontrolada del exdirector del FMI, la que entorpeció su carrera hacia los cetros del Elíseo. El socialista francés fue acusado de abuso sexual; intento de violación y encarcelamiento ilegal. ¿Tenía este señor necesidad de tirar de por la borda su carrera hacia el poder, por no saber controlar sus instintos animales?" No, le respondió el avestruz, pero en ocasiones, querido Aurelio, los hombres inteligentes se comportan como tontos al bajar la guardia de su razón. Es, precisamente, en esos momentos de desliz cuando el sexo y el poder se nutren entre sí en los mares de Manrique. "Después del calentón – en palabras de Javier – los demonios de la razón azotan las culpa que se esconde en la débil emoción". 

"En ocasiones, querido Aurelio, los hombres inteligentes se comportan como tontos al bajar la guardia de su razón"

"En la vida – decía una sabia señora – todos los cadáveres salen a la luz por la inercia de la erosión. Por mucho que ocultes la mentira, tarde o temprano, la misma palabra que te sirvió para coserla, será descosida por las debilidades de tu memoria. Por ello, es mil veces más aconsejable que lo que lleves por dentro – tu realidad – sea el reflejo de lo que otros ven desde fuera – tu verdad -." Aunque Hollande no quiera hablar de sus "asuntos privados", no se da cuenta que su "escándalo" dará de comer a los principales medios del país. Aunque – y valga la redundancia – no quiera hablar de sus "asuntos privados", tendrá que reconocer sus deslices para que los franceses no vean en él al Clinton de la Lewinsky. Si no lo hace – tarde o temprano -, otros y otras hablarán. Hablarán por él hasta que su sombra se asemeje a la misma de Dominique. Mientras tanto, Ségolèn – la ex de Hollande – acude a Pitié Salprêtière a consolar a Valérie, la mujer que años atrás le "robó" a su marido, el padre de sus cuatro hijos. Duele.

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