Luego, de repente, nos muestran otras familias totalmente diferentes. Otro tipo de gente, de ciudadanos, más cercanos, tal vez más reales. Eso lo hacen cuando ocurre algún tipo de desgracia, una riada, una explosión de gas, un robo, una pelea, un accidente... Entonces aparecen, esos españoles de barrio, que viven en altos edificios y que pueblan las calles como hormigas. Barrios de gritos de niños, de música que se escapa por las ventanas abiertas. Edificios donde hueles lo que esta cocinando tu vecina, donde las riñas de pareja es compartida por todos, donde se paga la cuota de escalera y te toca lidiar con la presidencia cada determinado tiempo. Entonces la alcachofa reportera se acerca al burdo pueblo, donde el idioma adquiere tintes arrabaleros y los niños se amontonan tras el entrevistado para hacer el payaso y saludar. Muy cerca y dentro del marco del objetivo de la cámara, aparece el típico/a que llama por el móvil a algún conocido para decirle que esta saliendo por la televisión. Los sacan limpiando sus casas tras haberlo perdido todo en una riada, o con cara de preocupados por los fallecidos en algún accidente pensando que podían haber sido ellos. Los sacan para que hablen de la inseguridad de sus calles o de lo caro que sale ahora llenar el carro de la compra. Ciudadanos de fútbol, cerveza y tapa en el bar, de terraza de verano y parques infestados. Ciudadanos de madrugones, de piel quemada en la obra o en el campo. Ciudadanos de turnos rotativos en las fábricas, de plaza de guardería y colegio público. Ciudadanos de cola del paro, de subsidios de desempleo y becas para libros, de asistentes sociales, de compras en el chino, de coches tuneados y motocicletas ruidosas. Ciudadanos que no leen las estadísticas del paro, de violencia de género o de delincuencia, porque ellos viven dentro de las estadísticas.
El que me lea tal vez se sienta identificada con alguna de las dos visiones o tal vez no. Yo desde luego me crié y crecí en la segunda. Más tarde me convertí sin quererlo en una especie intermedia, de una España existente sólo en los anuncios y en ciertas noticias de los telediarios, y la otra que parece resistirse a desaparecer por ser la más autentica. Mi familia es de gritos y niños que dejan la casa manga por hombro, de risas carente de educación y hablar llano. Muebles del Ikea o de alguna rebajas, porque para lo que van a durar, mejor que sean baratos. De reuniones de padres y hermanos alrededor de una comida donde las conversaciones se cruzan y se elevan. No mucho más distinta seguro que las vuestras. Una clase media en tierra de nadie, aspirando a ser como las primeras, con la misma tranquilidad económica pero con mucha menos tontería encima, y sin embargo cada vez más cerca de las segundas.