Las familias de los telediarios

Publicado el 27 mayo 2010 por Eko
Las guerrillas agazapadas bajo la mesa o tras las puertas, esperan un despiste del organizado ejercito imperial para asestar un definitivo golpe al sistema. Las carreras por el pasillo donde los opositores al régimen dan rienda sueltas a sus soflamas anarquistas, se convierte en la mas dura prueba de resistencia. La cara de cansancio del ejercito imperial tras un largo día de pequeñas luchas de guerrillas, ante un pequeño ejercito que no da muestra de signos de agotamiento, lleva a un punto cercano a la deserción de sus miembros. La promesa de paz y tranquilidad tras esa batalla final, es suficiente acicate para que el poderoso ejercito imperial acabe con el último reducto de resistencia. Los restos de la lucha quedan esparcidos por todo el campo de batalla y los cuerpos de los supervivientes se retiran a un merecido descanso. Tras haber puesto los pijamas, dado la cena y acostado a los niños, a eso de las 20:30h la casa empieza a respirar tranquilidad.
Imagino que quienes tengáis niños pequeños sabréis de que hablo. Sin embargo, los telediarios suelen mostrarnos familias, a mi parecer minoritarias y yo diría que casi de anuncio, en cierto tipo de noticias. Hace un par de días, sin ir más lejos, en el telediario de una cadena nacional, no recuerdo exactamente cual, dieron una noticia sobre los accidentes domésticos de los niños en el hogar. Para ello se metieron en un hogar español, al menos esa era la intención. En dicho hogar nos mostraban una familia con 5 hijos, cosa rara de encontrar hoy en día, nosotros tenemos 3 y gracias, que vivían en una hermosa y gran casa decorada por algún decorador, con muebles que seguro no fueron comprados en el Ikea. Niños uniformados con pinta de colegio privado. Madre recién salida de la peluquería con una pinta de pija que no se aguantaba. Una casa ordenada, como si la chacha, ahora asistenta del hogar, hubiera hecho horas extras para no mostrar las miserias de la convivencia. Un comedor, una cocina, unas habitaciones impecables, daban muestra de cualquier cosa menos de que viviesen niños en esa casa. Sin mostrarlo, parecía adivinarse tras las paredes de la casa un gran jardín con césped y setos perfectamente cortados y no menos de dos coches en el garaje, uno ostentoso y de alta gama para el padre poder ir a trabajar, otro de dimensiones más reducidas pero no menos caro para la madre y un monovolumen con el que viajar toda la familia. Aunque esto último es más bien suposición mía, no creo que ande muy desencaminado. Mientras, mi mujer y yo nos mirábamos perplejos. ¿De donde sacan esas familias? ¿En serio la mayoría de los españoles son así? Desde luego la mía y aquellas que conozco, no. Ese mismo estilo de familia, se repite constantemente con muchas noticias, más bien triviales y sin mucho contenido informativo, como la vuelta al colegio de los niños, la llegada de Papá Noel o los Reyes Magos, o aquellas que sea necesaria mostrar una familia super ideal de la muerte.
Luego, de repente, nos muestran otras familias totalmente diferentes. Otro tipo de gente, de ciudadanos, más cercanos, tal vez más reales. Eso lo hacen cuando ocurre algún tipo de desgracia, una riada, una explosión de gas, un robo, una pelea, un accidente... Entonces aparecen, esos españoles de barrio, que viven en altos edificios y que pueblan las calles como hormigas. Barrios de gritos de niños, de música que se escapa por las ventanas abiertas. Edificios donde hueles lo que esta cocinando tu vecina, donde las riñas de pareja es compartida por todos, donde se paga la cuota de escalera y te toca lidiar con la presidencia cada determinado tiempo. Entonces la alcachofa reportera se acerca al burdo pueblo, donde el idioma adquiere tintes arrabaleros y los niños se amontonan tras el entrevistado para hacer el payaso y saludar. Muy cerca y dentro del marco del objetivo de la cámara, aparece el típico/a que llama por el móvil a algún conocido para decirle que esta saliendo por la televisión. Los sacan limpiando sus casas tras haberlo perdido todo en una riada, o con cara de preocupados por los fallecidos en algún accidente pensando que podían haber sido ellos. Los sacan para que hablen de la inseguridad de sus calles o de lo caro que sale ahora llenar el carro de la compra. Ciudadanos de fútbol, cerveza y tapa en el bar, de terraza de verano y parques infestados. Ciudadanos de madrugones, de piel quemada en la obra o en el campo. Ciudadanos de turnos rotativos en las fábricas, de plaza de guardería y colegio público. Ciudadanos de cola del paro, de subsidios de desempleo y becas para libros, de asistentes sociales, de compras en el chino, de coches tuneados y motocicletas ruidosas. Ciudadanos que no leen las estadísticas del paro, de violencia de género o de delincuencia, porque ellos viven dentro de las estadísticas.
El que me lea tal vez se sienta identificada con alguna de las dos visiones o tal vez no. Yo desde luego me crié y crecí en la segunda. Más tarde me convertí sin quererlo en una especie intermedia, de una España existente sólo en los anuncios y en ciertas noticias de los telediarios, y la otra que parece resistirse a desaparecer por ser la más autentica. Mi familia es de gritos y niños que dejan la casa manga por hombro, de risas carente de educación y hablar llano. Muebles del Ikea o de alguna rebajas, porque para lo que van a durar, mejor que sean baratos. De reuniones de padres y hermanos alrededor de una comida donde las conversaciones se cruzan y se elevan. No mucho más distinta seguro que las vuestras. Una clase media en tierra de nadie, aspirando a ser como las primeras, con la misma tranquilidad económica pero con mucha menos tontería encima, y sin embargo cada vez más cerca de las segundas.