Hablan los libros de leyendas francesas de la existencia de un ser monstruoso con el aspecto de un dragón que poseía un largo cuello, fuertes mandíbulas y un largo hocico llamado Gargouille.
Dicho monstruo destruía todo aquello que encontraba a su paso gracias a su pestilente aliento y a los chorros de agua que despedía.
La ciudad de Rouen, para aplacar tan nefasto animal, decidió ofrecerle todos los años una ofrenda humana para calmar sus ánimos agresivos. Se elegía un criminal y se le entregaba, si bien el monstruo prefería doncellas.
Corría el año 600 cuando el clérigo Romanus llegó a la ciudad para pactar con el dragón a cambio de que los lugareños aceptaran ser bautizados y erigieran una hermosa iglesia.
Dispuesto a exorcizar a la bestia y equipado con lo necesario fue acompañado junto al dragón. Con la simple señal de la cruz el fiero animal se convirtió en una bestia dócil, y atado con una simple cuerda fue conducido a la plaza de la ciudad. Gargouille fue quemado en la hoguera y las llamas consumieron su cuerpo, excepto cabeza y cuello del que surgía su tórrido aliento. Ante tal situación, dichos restos fueron depositados en el tejado del ayuntamiento como recordatorio de las angustiosas jornadas vividas por la población.
Esta leyenda viene a explicar el origen del término “gárgola” como sinónimo de escupir agua y que, con el paso del tiempo, su imagen pasó a las cornisas de las iglesias y de las catedrales medievales.
Asomando desde lo alto de las catedrales donde la vista apenas si alcanza, seres infernales, imágenes dantescas o animales grotescos que parecen surgidos de una mente enfermiza guardan el santo edificio de los males del Maligno. Defensoras pétreas por encargo celestial, las gárgolas atemorizan cualquier intento de profanación del enclave sagrado.
Durante toda la arquitectura de la edad media, y especialmente en las construcciones del arte gótico, las gárgolas son muy frecuentes en las iglesias y catedrales y suelen presentarse realizadas según figuras intencionadamente grotescas que representan hombres, animales, monstruos o demonios.
En la Catedral de Sevilla tenemos muchas y de muy variado aspectos. Las primeras tienen un aspecto acorde con los cánones góticos, las más recientes repiten las líneas impuestas desde el Renacimiento. En cinco post vamos a poner la imagen de la mayoría de ellas, aunque no todas. Cada día publicaremos una serie de ellas correspondiendo cada grupo a cada una de los lados del edificio catedralicio y el último de la Iglesia del sagrario.
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