Algunas grandes empresas del IBEX 35 han pedido al socialista Pedro Sánchez que nunca pacte con Podemos para gobernar y le han exigido compromisos por escrito al respecto. Pedro Sánchez no ha respondido, pero la andaluza Susana Diáz, que juega a sucederle como líder del PSOE, parece dispuesta a complacer a las grandes empresas y a prometerles que nunca pactará con Podemos, a cambio de apoyos sólidos.
Al PP todos lo dan por desahuciado, no porque vaya a perder las elecciones, sino porque, aunque las ganara, lo haría con tan poco margen y tan escasos votos que no podría gobernar, salvo que consiga esa pirueta arriesgada y sorprendente que consistiría en un gobierno de "Gran Coalición" PP-PSOE.
A Podemos todos le otorgan muchos votos y bastantes escaños, no los suficientes para gobernar, pero si para trastocar el mapa político y obligar a los grandes partidos a cambiar sus talantes, estrategias y métodos. Para muchos, la "presión" de Podemos es beneficiosa, porque está obligando a los grandes partidos a ser mejores y mas decentes y transparentes, pero creen también que si llegara a gobernar sería un desastre y algunas empresas ya dicen claramente, aunque en privado, que se irían de España.
Pero la fuerza de Podemos parece tan saludable y sólida que podría gobernar en algunas ciudades españolas con mayoría absoluta y que conseguirá, en las elecciones generales, ser la primera fuerza en por lo menos media docena de provincias, algunas muy pobladas y bien dotadas de escaños.
Las grandes empresas españolas creen que si el PP y el PSOE se comprometen a no pactar un gobierno de coalición con Podemos, ese compromiso será suficiente para cerrar el acceso al poder a los chicos de Pablo Iglesias, condición indispensable para que la economía española siga avanzando.
Las grandes empresas, que ya vislumbran la recuperación de la economía, quieren aprovechar esa coyuntura favorable y aspiran a que gobiernen sus "amigos", no los recién llegados, portadores de ideas que significan conflictos, cambios profundos, desafíos y presiones fiscales que ellos creen peligrosos y capaces de generar cataclismos económicos como el aislamiento internacional, el boicot financiero mundial, la inestabilidad laboral, descenso inmediato del consumo y una muy intensa fuga de capitales y de empresas.