Las grietas de la Corona (II)

Publicado el 17 julio 2020 por Abel Ros

Hace años, escribí "las grietas de la Corona", un artículo que versaba sobre el caso Nóos y otros asuntos que dañaban la imagen de la monarquía. Decía que en muchas ollas cuecen "garbanzos negros". Y que tales garbanzos estropean un cocido. También escribí "el barrito del elefante", un artículo a colación de las cacerías de S.M. en Botswana. Y también, y disculpen por la redundancia, publiqué "los ausentes", un post que criticaba la ausencia de don Juan Carlos, doña Cristina y su marido en la proclamación de Felipe VI. Todos los artículos, como pueden observar, tienen como telón de fondo las vergüenzas de la Zarzuela. Unas vergüenzas que trascienden las fronteras y dejan, a la marca España, a la altura del betún. Una marca dañada, a su vez, por la cuestión territorial y otros menesteres.

Hoy, la figura de don Juan Carlos enturbia el papel de su hijo al frente de la monarquía. Y lo enturbia, queridísimos lectores, porque las últimas noticias abren el debate sobre la continuidad, o no, de la Corona. La figura del rey emérito fue condición necesaria pero no suficiente para la instauración de la democracia. Fue condición necesaria, como les digo, porque sin su voluntad, hoy, otro gallo cantaría. Y fue condición insuficiente porque sin una voluntad ciudadana. Sin un deseo social de cambio, estaríamos en el kilómetro cero de la partida; tal y como ocurre en otros países del mundo. Aún así, la figura de Juan Carlos ha sido respetada por los medios. Respetada a pesar de sus supuestos amoríos y la opacidad, hasta hace pocos años, de la partida asignada a la Casa Real. Hoy, las tornas han cambiado. El enamoramiento de los primeros años ha dado paso al afecto y éste, como suele ocurrir, al desencanto. Un desencanto social que se traduce en la exaltación, por una parte de la sociedad, de los valores republicanos.

El porvenir de la Corona dependerá, entre otras cosas, de lo que duren los supuestos escándalos del rey emérito. Si el goteo de noticias continúa, el debate sobre el sí, o el no, a la monarquía estará a la vuelta de la esquina. Este debate dividirá al país entre monárquicos - afines, en su mayoría, a partidos conservadores - y republicanos - afines, en su mayoría, a partidos nacionalistas y a la izquierda republicana -. Dicha división, a su vez, vendrá alineada por el cuarto poder. Por un lado, los medios monárquicos y, por otro lado, los republicanos. Esta división, latente en nuestra sociedad desde hace varios años, es como un volcán a punto de erupción. Y lo es porque los jóvenes casi no conocen la figura histórica de don Juan Carlos. Son jóvenes que nacieron a principios del siglo XXI. Jóvenes de la era de Internet, de la democracia consolidada y, en muchos casos, sin abuelos vivos que les transmitan el sentir juancarlista de los años olvidados. Así las cosas, la Corona tiene grietas. Grietas por el deterioro del afecto juancarlista y por la mancha del caso Nóos. Y grietas por el desgaste institucional de cuarenta años de reinado.