Las Guerras de las Rosas IX, John G. Edgar

Por Jossorio
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Mientras Edward de York golpeaba a sus enemigos en el campo de Tewkesbury, y la sangre de los lancasterianos fluía como el agua, un carro, guiado por sirvientes cuyo aspecto indicaba alarma y temor, podría haberse observado que abandonaba la escena de la carnicería, y pasar apresuradamente a través de las puertas del parque. En este carro había una dama, que parecía casi inconsciente de lo que pasaba, aunque no había sido su costumbre desmayarse en horas de dificultad y peligro. La dama era Margarita de Anjou, pero con un semblante que ya no expresaba esas emociones feroces y terribles que, después de Northampton, Towton y Hexham, la habían impulsado a aventuras heroicas para recuperar para su marido la corona que su hijo había sido nacido para heredar Pálido, espantoso,LEER MÁS »