La mayor parte de nosotros preferiría considerar la guerra no como salvaguardia, sino como amenaza a relaciones ecológicas bien fundadas provocada por una conducta incontrolable e irracional. Muchos amigos míos piensan que es pecado decir que la guerra es una solución racional a cualquier tipo de problemas. Sin embargo, entiendo que mi explicación de la guerra primitiva como adaptación ecológica proporciona más razones para el optimismo, en lo que atañe a las perspectivas de poner fin a la guerra moderna, que las teorías populares en la actualidad de un instinto agresivo. Como he dicho con anterioridad, si las guerras son provocadas por instintos homicidas innatos, entonces poco es lo que cabe hacer para impedirlas. En cambio, sin son provocadas por relaciones y condiciones prácticas, entonces podemos reducir la amenaza de guerra modificando estas condiciones y relaciones.
Puesto que no quiero ser tildado de defensor de la guerra, permitidme hacer la siguiente puntualización: afirmo que la guerra es un estilo de vida ecológicamente adaptativo entre los pueblos primitivos, no que las guerras modernas sean ecológicamente adaptativas. La guerra actual a base de armas nucleares puede intensificarse hasta el punto de la aniquilación mutua total. Hemos llegado, así, a una fase en la evolución de nuestra especie en la que el próximo gran avance adaptativo debe ser o bien la eliminación de las armas nucleares o bien la eliminación de la guerra misma».
Vacas, cerdos, guerras y brujas: los enigmas de la cultura (1975)
[Extracto del libro escrito por Marvin Harris]
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