Las horas bajas del M23 en el Este del Congo

Por En Clave De África

(JCR)
Escribo desde Goma, donde espero pasar los siguientes dos meses. Hace ahora algo más de un año surgía en esta zona del Este de la R D Congo un nuevo grupo rebelde: el M23, formado sobre todo por milicianos de etnia tutsi . En realidad era una reedición de otra rebelión: la del Congreso Nacional para la Defensa del Pueblo, liderado por Laurent Nkunda, que firmó un acuerdo de paz con el gobierno congoleño el 23 de marzo (de ahí el nombre) del 2009. Comenzaron con reivindicaciones sobre pagas, ascensos y condiciones de vida en el ejército en el que habían sido integrados, y poco a poco fueron añadiendo de forma bastante desordenada otras exigencias políticas. Poco antes, su líder principal, el general Bosco Ntaganda había desertado ante el temor de ser detenido y llevado a la Corte Penal Internacional de La Haya. Como no se trataba de una figura muy presentable de un grupo que buscaba reconocimiento internacional, muy pronto le reemplazaron por un nuevo líder militar: el coronel Sultani Makenga.

Hace un año, el M23 contaba con pocos hombres y escasos medios, y en sus enfrentamientos con las fuerzas gubernamentales congoleñas (conocidas como FARDC) apoyadas por efectivos de la MONUSCO empezaron perdiendo. Pero en noviembre de 2012 fueron capaces de conquistar la ciudad de Goma y entonces contaban con al menos 6.000 efectivos muy bien equipados. ¿Cómo fue posible esto? Según dos informes de Naciones Unidas, Uganda, y sobre todo Ruanda, habrían prestado un enorme apoyo a este grupo, muchos cuyos hombres habrían sido reclutados en este país. Finalmente, los países donantes de Ruanda hicieron lo que tenían que haber hecho hacía mucho tiempo: cortar las ayudas y presionar a Paul Kagame. Tras once días de ocupación el M23 se retiró de Goma y en diciembre los rebeldes empezaron a negociar directamente con el gobierno congoleño en Kampala, la capital ugandesa. Al mismo tiempo, en el seno del M23 una fuerte división acabó en combates entre los partidarios de Makenga y los de Ntaganda. Éste cruzó la frontera con Ruanda con 600 de sus hombres y contra todo pronóstico acabó entregándose a la embajada de Estados Unidos en Kigali para ser trasladado pocos días después a La Haya.

Hoy el M23 sigue presente en el territorio de Rutshuru, al norte de Goma, esperando una solución política. Los vehículos circulan por esta zona sin restricciones, aunque en las barreras del M23 se les obliga a pagar dinero si quieren seguir adelante. Pero este grupo parece vivir hoy sus horas más bajas, como muestra el hecho de que muchos de sus combatientes están desertando. Según el gobernador del Kivu Norte, Julien Paluku, durante los cuatro primeros meses del año se habrían rendido al menos 500 milicianos del M23. La mayoría se entregan en las bases de la MONUSCO para ser desmovilizados. Muchos de ellos declaran ser de nacionalidad ruandesa. Solamente en abril hubo 87 deserciones.

Es muy posible que una de las razones que expliquen estas rendiciones en masa sea el despliegue de la nueva brigada de intervención de Naciones Unidas. Estará compuesta por 3000 soldados de Sudáfrica, Tanzania y Malaui y se espera que esté operativa a principios de julio. Tendrá un nuevo mandato: lanzar ofensivas para neutralizar a grupos rebeldes. Hasta ahora el mandato de la MONUSCO era muy limitado, como quedó de manifiesto cuando el M23 entró en Goma en noviembre de 2012 y los militares de la ONU les dejaron pasar sin oponer resistencia. Los líderes del M23 han dicho que responderán si son atacados, pero parece que lo que más les preocupa ahora mismo no la posibilidad de que se lance una ofensiva contra ellos, sino el abandono de muchos de sus hombres. A comienzos de mayo el M23 estableció una base militar justo enfrente del cuartel de la MONUSCO en la localidad de Kiwanja, a apenas 200 metros, para impedir las deserciones.

Otro hecho curioso que habla por sí solo: a finales de abril los líderes del M23 quisieron organizar una manifestación en la localidad de Kibumba, al norte de Goma, para protestar contra la brigada de intervención de la ONU. Pero ese día sus habitantes desaparecieron del mapa. Retrasaron la manifestación a otro día, y volvió a ocurrir lo mismo.

Hoy la gente en Goma recuerda la ocupación del M23 el año pasado como una pesadilla y confían en que no vuelvan nunca más. Durante sus once días de ocupación realizaron asesinatos selectivos y robaron todo lo que pudieron, sobre todo de edificios públicos. La mayor parte de los coches robados, bien cargados de objetos de valor, cruzaron la frontera con Ruanda sin ningún problema. Hoy el problema más serio que sigue sin resolver es el del más de medio millón de personas que han huido de sus hogares y que se encuentran en campos de desplazados o bien como refugiados en Ruanda. Además, esta rebelión ha avivado los rescoldos de divisiones entre los congoleños del Kivu que se consideran como “autóctonos” y los congoleños de origen ruandés, que en el Este del Congo representan un porcentaje nada despreciable. En Goma muchos de ellos viven en los barrios próximos al aeropuerto, y la gente de otras zonas de la ciudad les miran como colaboradores del enemigo. Hará falta mucho más que una brigada militar para recomponer una sociedad que ha sufrido una violencia interminable desde hace ya casi dos décadas.