"Hace tiempo que Mathilde ha perdido el sueño. Casi cada noche la despierta la angustia, a la misma hora, sabe en qué orden va a tener que contener las imágenes, las dudas, las preguntas, se sabe de memoria el recorrido del insomnio, sabe que va a darle vueltas a todo desde el principio, cómo empezó, cómo se agravó, cómo llegó a ese punto, y esa imposible vuelta atrás. Todo esto no puede estar pasando sino en un sueño, todo esto no es más que una pesadilla de serie B, un escalofrío en medio de la noche que no significa nada.
Llegará un momento en el que se despertará, o se preguntará por la diferencia entre la realidad y el sueño, o comprenderá que sólo era eso, una larga pesadilla, o sentirá ese intenso alivio que sigue a la vuelta a la consciencia, incluso si su corazón late todavía hasta salirse del pecho, incluso si está empapada en sudor en la oscuridad de su habitación, un momento en el que será liberada.
Esta es la cuarta novela que leo de Delphine de Vigan (Boulogne-Billancourt, París, 1966), ya sabéis que es una de mis autoras preferidas. Su prosa me fascina y sus argumentos también, me resultan muy atractivos, peculiares, distintos en cuanto a que no son los de siempre y no repite nunca temas. De las cuatro, si tuviera que elegir, diría que es "No y yo" mi preferida, aunque "Las horas subterráneas" quedaría en segundo lugar.
Publicada en Francia en 2009, en España en 2010 y reeditada en 2022 por Anagrama, fue ganadora del Premio de los Libreros en 2008y quedó finalista del Goncourt 2009 .
La trama, mi trama sin spoiler.
Mathilde es viuda, madre de tres hijos y vive sola. Desde hace unos ocho años es la adjunta de Jacques Pelletier, el director de marketing de la principal filial de una importante empresa de productos alimentarios internacional en París, o, mejor dicho, era, ya no lo es. Tuvo la desfachatez de llevarle la contraria a su jefe, Jacques, eso sí, con respeto y educación, exponiendo únicamente puntos de vista distintos, pero desde ese momento, este no hace otra cosa más que hacerle la vida imposible en el trabajo, odiarla sin miramientos. La ningunea y aísla de sus compañeros desterrándola a un miserable cuartucho al fondo de un pasillo sin ordenador, le arrebata todas sus tareas, su dignidad, la aparta de todo y de todos.
Antes de eso, no hay nada. Antes de eso, todo era normal, seguía su curso. Comía con sus compañeros, iba al gimnasio dos veces por semana, no tomaba somníferos, no lloraba en el metro ni en el supermercado, no tardaba tres minutos en responder a las preguntas de sus hijos. Iba a su trabajo como todo el mundo, sin vomitar la mitad de los días al bajar del tren.
Aguanta y aguanta, traga y traga, porque piensa que poco a poco todo se irá arreglando, que es cuestión de tiempo, que la situación no puede durar demasiado, pero sobre todo mantiene silencio porque siente vergüenza, y a la vez se siente culpable por lo que le está pasando. La situación le está sobrepasando, destruyendo poco a poco. Ahora ya ni siquiera tiene vida social, ni familiar, ha dejado de ver a sus amigos, a su madre, porque necesita evitar la temida pregunta "¿Y qué tal tu trabajo?".
Ahora le parece que la empresa es un lugar que tritura. Un espacio totalitario, un lugar de depredación, un lugar de mistificación y abuso de poder, un lugar de traición y mediocridad.
Y ya no puede más, tiene que hacer algo, si es que le dejan hacer algo por salir de esa espiral de destrucción donde está inmersa.
Ya ha llegado al límite, al límite de lo soportable, al final de lo humanamente soportable. Ha llegado exactamente allí, al punto de no retorno, allí donde ya nada normal puede [...] pasar que amenace el conjunto, que lo cuestione todo. Está escrito que hoy ha llegado exactamente allí, al punto de no retorno, allí donde ya nada normal puede modificar el curso de las horas, allí donde nada puede pasar que amenace el conjunto, que lo cuestione todo. Tiene que pasar algo. Algo excepcional. Para salir de allí. Para que se detenga.
Por otro lado tenemos a Thibault, el contrapunto de Mathilde. Es un médico que vive únicamente por y para su trabajo, aunque también está bastante harto y hastiado, pero por otros motivos. Su vida se reduce a hacer consultas a domicilio atravesando París de punta a punta, de atasco en atasco, buscando aparcamiento, saltando de un paciente a otro, de soledad en soledad, de fatalidad en fatalidad.
Su vida se reparte entre un 60% de rinofaringitis y un 40% de soledad. Su vida no es más que eso: una vista incomparable sobre la amplitud del desastre.
Thibault estaba enamorado, mejor dicho lo sigue estando, aunque esa mañana ha decidido dejar a Lila, no porque ya no la quiera, sino porque siente que su amor no es correspondido.
Y él llegaba sin cesar a la misma conclusión: su relación se había desgastado incluso antes de haber empezado. Se había desgastado por funcionar vacía.
Su vida está en el corazón de la ciudad. Y la ciudad, con su fragor, cubre las quejas y los murmullos, disimula su indigencia, exhibe su basura y su opulencia, acelerando sin cesar. Ha hundido sus manos en el vientre de la ciudad, en lo más profundo. Conoce los latidos de su corazón, sus antiguos dolores que la humedad revela, sus estados de ánimo y sus patologías. Conoce el color de sus hematomas y el vértigo de su velocidad, sus secreciones putrefactas y sus falsos pudores, sus noches de alboroto y sus mañanas de fiesta. Conoce a sus príncipes y sus mendigos.
¿Hasta donde será capaz de llegar Jacques para humillar a Mathilde? ¿Se cruzarán en algún momento esas dos almas solitarias consumidas, agotadas y atrapadas por sus puestos de trabajo?
Los puntos fuertes de la novela
✔ El tema es muy interesante, la autora plantea el mobbing laboral, el acoso y derribo que se produce por parte de un jefe a su empleada , un descarado y total abuso de poder motivado únicamente por un orgullo herido, por la incapacidad de un hombre de aceptar que una mujer pueda tener una opinión distinta y mejor que la suya, que la del macho alfa de la manada empresarial.
Te preguntas cuantas personas estarán en estos mismos momentos sufriendo algo parecido, pasando por tal calvario y no puedes evitar empatizar por completo con Mathilde. Desearías zarandearla, gritarle que abandone, que huya lejos, ayudarla a salir de ahí cuanto antes, de ese ambiente enfermo y nauseabundo que la consume.
Y Mathilde, hasta entonces una persona siempre alejada de la rebeldía, pacífica, que solo quiere estar tranquila y cuidar de sus hijos, se convierte, la convierten en alguien violento, aunque solo sea en el pensamiento, en su imaginación. Mathilde no deja de imaginar, de visualizar a su jefe muerto, sufriendo, muriendo de forma cruel por su propia mano y eso la aterra.
Por primera vez, había visualizado a Jacques muerto.
Después, Mathilde sintió miedo de que algo se le escapara, que la arrastrara, algo que no podría impedir. Las imágenes eran tan claras, tan precisas... Casi reales
✔ Tenemos dos personajes protagonistas, los dos importantes en la trama, aunque quizás Mathilde tenga más peso final que Thibault . Ambos evolucionan de forma paralela, cada uno con sus problemas, que en definitiva no son tan distintos. Te preguntas si en algún momento podrían encontrarse, te encantaría que esos dos seres que comparten agotamiento y saturación, se llegaran a encontrar, que se juntaran y ayudaran mutuamente.
✔ Ella viaja en metro, de ahí el título. El lector la acompaña durante esas "horas subterráneas" de camino al trabajo, la sigue por esa intrincada red de vías suburbanas que encierran e incomunican en las ciudades cada día a miles de personas. Personas que entrecruzan sus vidas, sus tiempos subterráneos, que se miran sin verse cegadas por las prisas.
Bajo tierra encontramos dos tipos de viajeros. Los primeros siguen su línea como si estuviera tendida sobre el vacío, su trayectoria obedece a unas reglas precisas que no quebrantan jamás. Se los reconoce en la rapidez de su paso, su forma de tomar las curvas y su mirada, a la que nada puede atraer. Los otros deambulan, se paran, dejándose llevar, toman la tangente sin avisar. La incoherencia de su trayectoria amenaza el conjunto. Interrumpen la corriente, desequilibran la masa.
✔ Aunque sea algo ya redundante en el blog, me apetece incidir de nuevo en la prosa de la autora, maravillosa, brillante, y en lo bien desarrollados que están sus personajes. Esas son sus dos principales bazas, sin duda, en todas sus novelas. De Vigan es única a la hora de construir perfiles psicológicos, en ahondar en los miedos y angustias de sus protagonistas. Pude comprobarlo en (en la que perfilaba la figura de una indigente, una mujer "sin techo") y en "Las horas subterráneas", donde se perfila magistralmente la figura de alguien que sufre acoso laboral. "Días sin hambre" (en la que se perfilaba a sí misma sufriendo anorexia cuando era adolescente) y lo he comprobado en
Resumiendo: "Las horas subterráneas" es una novela triste y dura, pero necesaria porque toca temas necesarios, que no hay que dejar de visibilizar: el machismo en el ambiente laboral, la soledad, la depresión, el estrés y la impotencia que ocasiona padecer mobbing en el trabajo. También aborda las consecuencias silenciosas de vivir y trabajar en una gran urbe agotadora que todo se lo traga, que devora multitud de vidas e ilusiones.
Mi nota esta vez es la máxima, para variar, dicho sea irónicamente: