Las huellas de un pequeño can

Publicado el 03 enero 2018 por Carlosgu82

Hace muchos, muchos años, recibí uno de los regalos mas significativos para mi vida  <<¡UNA PERRITA! >> fue lo que repetí una y otra vez, mientras mis ojos se desorbitaban, empañados por un repentino llanto de alegría, que se desbordaba sobre aquella pequeña caricatura animal de orejas largas rabito delgado y ojos marrones claros, cubierta por un pelaje blanco con manchas avellanas que hacía resaltar enteramente su figura regordeta.  Pichí fue el nombre escogido entre tantas opciones, ya que parecía “una chiquita”.  Mas tarde me entere que la palabra proviene del lenguaje mapudungun “Mapuche” y quiere decir pequeño.  Se quedó Pichi, como el pajarito de la historieta de Heidi y el abuelo.

Pichi,  fue una pequeña maestra, me ayudó a aprender la responsabilidad de tener a mi cargo a un pequeño ser indefenso que requiere atención constantemente, me hizo vibrar de ternura con sus ocurrencias, me invitó a vivir emociones inimaginables, que a mi corta edad ( once aproximadamente) no tenía la menor idea que llegaría a vivir, y me dio la entereza para aceptar  la tristeza de perderla con los años.  Aún en mis recuerdos la veo aparecer dentro de la gruesa mano de mi padre como un peludo monedero, con sus ojos maquillados de naturaleza y su gélida nariz exudando.

Por experiencia puedo decir que una hermosa mascota, es un maravilloso obsequio que nos enseña, sin pretenderlo, a ser una mejor persona, a compartir la felicidad del momento, a dejar la excusa de la “flojera” y concentrarnos en las necesidades de otros, encaminandonos hacia el autocontrol, mientras nos relacionamos con nuestros pequeños amigos, que van convirtiendose en un pequeño esbozo de la tarea que tendremos mas tarde… Ser padres de verdad.