Las nuevas necesidades defensivas ante la evolución de la artillería tuvieron sus consecuencias en la morfología y el desarrollo urbano: la remodelación de las murallas medievales (construcciones en puntas de estrella para ubicar la artillería -abaluartadas- lo que significa que ocupan más espacio) y la construcción de ciudadelas.
El plano de Barcelona en el s. XVIII es un buen ejemplo de lo que he indicado más arriba: La ciudadela y las murallas remodeladas se yuxtaponen a la ciudad romana y medieval.
En este plano de Mallorca se ve perfectamente la nueva muralla que, aunque ha desaparecido ha dejado una huella en el plano: una calle ancha en zig-zag.
Algo parecido ocurre en otras ciudades como Badajoz
La de Pamplona, también comenzada en tiempo de Felipe II. A finales del XIX y principios del XX perdió dos baluartes para el trazado del ensanche de la ciudad.