
Poco le dura la disciplina a Lucien, que se deja seducir por los adeptos del camino rápido, los placeres y los lujos: periodistas, actrices y editores. Desperdicia su talento , escribiendo reseñas amañadas de obras literarias y teatrales, además de columnas políticas para los periódicos. La podredumbre del mundo periodístico incipiente, originado por la Revolución Francesa, se revela en la novela de ahí en adelante. Las intrigas atraviesan toda la obra: los aristócratas contra los aristócratas, los burgueses contra los burgueses, los aristócratas contra los burgueses. Con el agravante de que todos los personajes, incluidos los más ingenuos, son tan inteligentes como Balzac.
Gracias a su posición en los medios de comunicación, Lucien alcanza el esplendor de la vida parisina y logra vengarse de madame de Bargeton y los aristócratas que lo habían rechazado. Se abandona a los lujos y al amor de Coralie, la actriz más famosa del momento, y descuida su obra literaria. Tarde o temprano, debe pagar las consecuencias de su ambición desmedida y su vanidad de poeta, porque si hay una fuerza que gobierna la novela de Balzac es la moralidad. Los rasgos del carácter de sus personajes son tan definidos como imposibles, lo que supone uno de los grandes motivos de crítica de su obra y, por supuesto, también de alabanza, como en este caso.
Mientras su familia sufre en la provincia, Lucien desperdicia todo su dinero en su vida licenciosa con la bella Coralie. Esto, sumado a una trampa que le tiende madame de Bargeton, lo conduce a la miseria absoluta y su cumbre es una escena que seguro dejará al lector más parco al borde del llanto. La comparación entre la vida del Cenáculo y la del círculo de los periodistas e, incluso, la del inventor David Séchard, es en últimas la comparación entre el trabajo y la vanidad, y representa las diferentes posibilidades del genio.
"El genio es una horrible enfermedad. Todo escritor lleva en su corazón a un monstruo que, semejante a la tenia en el estómago, devora los sentimientos a medida que se forman. ¿Quién triunfará?, ¿la enfermedad sobre el hombre o el hombre sobre la enfermedad? Cierto que hay que ser un gran hombre para mantener la balanza equilibrada entre el genio y el carácter. Cuanto más crece el talento, más se seca el corazón. A menos de ser un coloso, a menos de tener las espaldas de Hércules, uno se queda o sin corazón o sin talento".
No voy a revelar lo que ocurre al final de la obra, pero quiero adelantar que acaba, como tantas cosas, con la aparición de un jesuita español, quien da pie a la continuación de la novela: Esplendores y miserias de las cortesanas.
Pablo Aristizábal
Libélula Libros