Las ínsulas, los adelantados bloques de pisos de los romanos

Por Ireneu @ireneuc

Maqueta de una ínsula

En las ciudades modernas resulta absolutamente normal que la gente viva en un bloque de pisos. El precio absolutamente desorbitado del suelo urbano, la especulación inmoral y la demanda de vivienda en el centro de las ciudades hace que la gente vivamos en auténticas latas de sardinas apiladas... y esto, viviendo en L'Hospitalet, le puedo asegurar que sé de lo que estoy hablando (ver Una lata de sardinas llamada Hospitalet). El crecimiento de polígonos residenciales durante los últimos 50 años, se han disparado y ahora resulta absolutamente normal tener edificios de varios pisos, con sus bajos ocupados por comercios. Sin embargo, si creía que esto era una cosa nueva, está muy equivocado, porque los romanos, hace 2.000 años, ya construían edificios de hasta nueve pisos de altura que no se diferencian en nada de los que vemos hoy en día: son las insulae romanas.

Ínsula de Diana, en Ostia

Cuando vemos un bloque de apartamentos en un suburbio cualquiera, podemos pensar que es el súmmum de la técnica humana en el campo de la construcción doméstica, pero la realidad enseña que poca cosas hay que los romanos no hubieran inventado ya, y una de esas cosas son los edificios de pisos, que ellos llamaban "ínsula" -isla en castellano. De hecho, solo gracias a este invento, Roma pudo llegar a ser la metrópoli con más de 1 millón de habitantes que llegó a ser.

Insula Capitolina

La verdad sea dicha que si conoce como es un edificio de apartamentos actuales, ya podrá hacerse una idea muy precisa de lo que eran los bloques de hace dos milenios. 
Las insulae eran construidas en ladrillo, mortero y madera, constando normalmente de unos bajos amplios y espaciosos a nivel de calle (tabernae) que eran ocupados por las tabernas o por los comercios que ofrecían su servicio al vecindario, y una serie de pisos divididos en apartamentos en que vivía la gente. Dependiendo del bloque, podían tener entre 3 y 6 plantas, aunque se llegaron a construir hasta de 9 plantas, pudiendo alojar hasta 380 personas.

Estructura de una ínsula

Tal como pasa en la actualidad, los pisos se construían para alojar la gente de clase media y baja, siendo los pisos más bajos los más cotizados -más grandes, disponían de agua corriente e incluso de letrinas privadas-, mientras que los pisos más altos, más pequeños, sin agua ni letrinas y peor acondicionados, eran los más baratos. Las clases más pudientes, preferían vivir en sus "domus" (casas), para -ayer igual que hoy- marcar las diferencias con la plebe.

2ª planta de la ínsula Capitolina

Estos bloques habitualmente se estructuraban alrededor de un patio central que, a modo de corrala o espacio interior, albergaban las letrinas comunales -cuando las había- que eran utilizadas por los ocupantes de los pisos más altos que, debido a la falta de espacio no disponían de ellos. Asimismo, eran el centro de la bulliciosa vida del bloque, habida cuenta que, gracias a la precariedad de los apartamentos más altos -construidos normalmente con lo más rudimentario- era poco menos que una temeridad el ponerse a cocinar en su piso. Y es que, desde un primer momento, las insulae eran la especulación hecha vivienda.

Cicerón, el casero

Los grandes edificios de viviendas, normalmente eran construidos por gente pudiente que sacaba pingües beneficios del alquiler de los apartamentos. Cicerón, por ejemplo, sacaba más de 10.000 sestercios anuales a cuenta de sus pisos de alquiler, pero justamente tanta era la demanda y los beneficios que ofrecían eran tan altos, que muchos caseros ávidos de dinero fácil, construían los edificios escatimando al máximo.
En esta situación, los pisos altos eran construidos con madera, adobe, y poco más que una cubierta de tejas. Encima, se accedía a ellos por escaleras de madera, convirtiéndose en auténticas ratoneras en caso de incendio... si no es que se habían hundido antes, claro. Los escrúpulos eran pocos -por no decir ninguno- y el hecho de que cayera alguno, simplemente permitía a los propietarios levantar uno nuevo y aumentar los precios a cobrar, por lo que la seguridad de sus inquilinos, tampoco les importaba excesivamente.

Augusto limitó la altura

Tan graves llegaron a ser las cosas que, se tuvo que regular tanto la altura como los materiales a utilizar en la construcción de las ínsulas. Augusto limitó la altura de los edificios a un máximo de 20 metros y tiempo después, a raíz del incendio de Roma, el emperador Nerón los limitó a 17,5 m. De hecho se tiene constancia que hacia el siglo III d.C. , habían más de 50.000 bloques de pisos en Roma.

Nerón las dejó a 17.5 m

En la actualidad, pocos ejemplos de este tipo de construcciones han quedado, pero los más conocidos son la Casa de Diana, en las ruinas de Ostia, o la Insula Capitolina, en Roma... y los que podían haber sido, si no hubiesen sido demolidos por Mussolini en los años 30 del siglo XX. Y es que el Duce, mucho amor a los tiempos imperiales, pero tampoco hizo mucho para su conservación (ver El Coloso de Nerón, una molestia para Mussolini) más bien al contrario.
Total, que lo que hoy en día puede parecernos modernidad, de hecho ya era habitual hace 20 siglos. Apartamentos, caseros, inquilinos, pisos patera, especulación, corrupción, desidia, usureros... prácticamente nada ha cambiado en tanto tiempo. Realmente, qué bien haríamos si fuésemos conscientes de la importancia caudal de aprender de la Historia para no cometer los mismos errores.

Reconstrucción de la Casa di Diana


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