Londres, 1649. Elizabeth Raleigh asiste a la decapitación de Carlos I acompañada de su padre, su prometido, Robert Dunmore, y su futuro suegro, al acaudalado propietario de una de las mayores plantaciones de caña de azúcar de barbados. En el tumulto que sigue a la ejecución, la joven se separa de sus acompañantes, y a punto está de verse aplastada por la muchedumbre cuando acude a su rescate un apuesto desconocidos. Se trata de Duncan Haynes, un temerario pirata que esconde su verdadero rostro tras una fachada de elegante caballerosidad. Ella no lo sabe, pero él la ha reconocido al instante. Tiene cuentas pendientes con el padre de Elizabeth y se las va a cobrar con intereses… tras su matrimonio con Robert su destino quedará ligado sin remedio al de la exuberante isla que se convertirá en su hogar.Lo primero que me viene a la cabeza al acabar Las Islas de Barlovento son las muchas similitudes con la primera parte de la trilogía Jamaica: La isla de las mil fuentes de Sarah Lark: Una joven de buena familia que se casa con un hombre que apenas conoce, una nueva vida en un lugar aparentemente paradisíaco tan lejano como misterioso, una plantación de caña de azúcar, un matrimonio desgraciado, un amor clandestino, el mal trato a los esclavos y una rebelión. Parecen muchas, sin embargo las dos novelas no tienen mucho en común. Respetando los estilos muy diferentes de las dos autoras, Las islas de Barlovento tiene su propia trama con sus personajes segundarios y las subtramas que se van desarrollando a lo largo de toda la novela.
Rodeada de esclavos y arrogantes terratenientes, Elizabeth se convertirá en el centro de una trama de venganza, pasión, odio y desengaño que la llevarán a tomar, por fin, las riendas de su vida y de su corazón.
Es una Landscape en toda regla y nos traslada al Caribe del siglo XVII pasando antes por la convulsa Inglaterra bajo el mando de Cromwell. Entonces conocemos a Elizabeth Raleigh, comprometida a un joven terrateniente cuya plantación es de las más grandes de la lejana isla de Barlovento. Mientras se aleja de una Inglaterra humedad y lluviosa, la joven sueña con playas soleadas donde nunca hace frío. Sin embargo, la realidad enseguida desplaza el sueño y Elizabeth se enfrenta a un matrimonio sin sabores y a la claustrofóbica vida en una isla entre terratenientes arrogantes que tratan a sus esclavos como animales y sus esposas chismosas.
La segunda parte resulta lentísima si uno no es muy aficionado a la navegación, si no le interesa saber de cómo se vivía una travesía tan larga con detalles realmente prescindibles o de cómo se llaman las distintas partes de un barco con todo lujo de detalle, porque casi todo transcurre durante el viaje en alta mar con excesivos datos. Sin duda la autora se ha documentado pero a la hora de plasmar ese conocimiento, el ritmo se ralentiza ya que no aportar mucho a la historia que realmente interesa y si bien una dosis de realismo puede hacer que la historia resulte más convincente, prefiero dejar para la imaginación algunos aspectos.
Las siguientes partes se desarrollan en la isla y relatan los diferentes acontecimientos donde amor, intrigas y venganzas se entrelazan. En algunos puntos la novela atrapa, como la relación clandestina entre Duncan y Elizabeth o lo referente al trato inhumano a los esclavos. Sin embargo en otros puntos resulta lenta, con datos irrelevantes, subtramas poco desarrolladas y personajes segundarios apenas definiditos cuyo pasado casi ni se toca. Por eso algunas veces la novela se dispersa perdiéndose en detalles históricos que una vez más aportan poco y solo dejan fe de lo mucho que se ha documentado la autora pero sin haber encontrar el equilibrio necesario para ambientar la historia sin parecer una enciclopedia.