Carlos lo sabia más que nadie; llegó a ser camarero Alfa de la casa rosada y de tanto atender Presidentes, Ministros, Embajadores y toda clase de calaña de mucha monta, se creó un aura de absoluta indiferencia. Jamás expuso sus emociones; tanto nivel de servicio adquirió que recibió el apodo de "Ninja", ya que nadie percibía su presencia mientras desplegaba su arte de servir.
Pero existen momentos muy tristes en la vida de un pueblo, que nos duelen tanto, que hasta Carlos, el Indiferente, el Parco, el No Vinculante, no pudo evadir.
Cerró su puño y apretó los dientes para soportar el dolor extremo de su pecho, caminó hacia el féretro y fue ese aplauso de reconocimiento lo que desmoronó esa coraza y trató de contener, en vano, lo más oculto de las emociones humanas,...
...Las lágrimas de un camarero.