Las leyes fundamentales de la estupidez humana según Carlo M. Cipolla

Publicado el 19 mayo 2025 por Cristianmonroy

Carlo M. Cipolla, historiador y economista italiano, publicó en 1976 un breve pero impactante ensayo titulado Las leyes fundamentales de la estupidez humana.

En apenas sesenta páginas, Cipolla logra condensar una visión lúcida, irónica y profundamente inquietante sobre uno de los mayores obstáculos para el bienestar y el progreso de la humanidad: la estupidez.

¿Por qué hablar de estupidez humana?

Cipolla parte de una premisa provocadora: la estupidez no es un fenómeno marginal ni anecdótico, sino una fuerza oscura, omnipresente y devastadora que afecta a todos los ámbitos de la vida social, política y económica. Según el autor, la historia de la humanidad está marcada no solo por el ingenio y la maldad, sino también, y quizás sobre todo, por la acción de los estúpidos, cuyas consecuencias suelen ser imprevisibles y desproporcionadamente dañinas.

Las cinco leyes fundamentales de la estupidez humana

Cipolla propone como 5 leyes como universales e inmutables:

Primera Ley: Siempre e inevitablemente subestimamos el número de individuos estúpidos en circulación

Esta ley sostiene que, sin importar lo pesimista que sea nuestra estimación, siempre habrá más personas estúpidas de las que creemos. Cipolla observa que, día tras día, nos sorprendemos al encontrar estupidez en lugares, momentos y personas donde menos lo esperamos. Incluso aquellos a quienes consideramos inteligentes o racionales pueden, de pronto, actuar de manera estúpida.

Esta ley tiene un corolario inquietante: no es posible cuantificar la proporción de estúpidos en una sociedad, pero cualquier intento de hacerlo será siempre una subestimación. La estupidez, según Cipolla, es una constante universal.

Segunda Ley: La probabilidad de que una persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona

Aquí Cipolla desafía los prejuicios más comunes. No importa el nivel de educación, el estatus social, la profesión, la nacionalidad, la edad o el género: la estupidez se distribuye de manera uniforme en todos los grupos humanos. Hay estúpidos entre los profesores universitarios, los políticos, los empresarios y los obreros; entre ricos y pobres, jóvenes y viejos.

Esta ley desmonta la idea de que la inteligencia o la formación protegen contra la estupidez. Según Cipolla, la estupidez es una variable independiente, como el color de ojos o el grupo sanguíneo.

Tercera Ley (o Ley de Oro): Una persona estúpida es aquella que causa daño a otra persona o grupo de personas sin obtener ningún beneficio para sí misma, o incluso sufriendo una pérdida

Esta es la definición central de Cipolla. A diferencia del malvado, que busca su propio beneficio a costa de los demás, el estúpido actúa de manera que todos pierden, incluido él mismo. El estúpido perjudica a otros sin sacar nada a cambio, e incluso puede salir peor parado que sus víctimas.

Este comportamiento es, para Cipolla, la esencia de la estupidez: una irracionalidad que desafía cualquier lógica de interés propio o ajeno. El daño causado por los estúpidos es, por tanto, imprevisible y difícil de combatir, pues no responde a motivaciones comprensibles.

Cuarta Ley: Las personas no estúpidas siempre subestiman el poder nocivo de los estúpidos

Según Cipolla, los inteligentes, los malvados y los ingenuos tienden a olvidar cuán destructiva puede ser la acción de los estúpidos. Subestiman su capacidad para causar estragos, y lo hacen a su propio riesgo. Además, suelen asociarse o interactuar con estúpidos pensando que podrán controlarlos o minimizar el daño, pero casi siempre se equivocan.

La lección aquí es clara: nunca hay que menospreciar el peligro que representa la estupidez, ni pensar que se puede neutralizar fácilmente.

Quinta Ley: La persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe

Esta ley resume y corona el pensamiento de Cipolla. El estúpido, por su capacidad de perjudicar a todos sin obtener nada, es más peligroso que el malvado (que al menos sigue una lógica comprensible). El corolario de esta ley es contundente: el estúpido es más peligroso que el malvado.

Una sociedad puede defenderse de los malvados, porque sus acciones son predecibles y responden a intereses propios. Pero la estupidez es caótica y sus efectos, devastadores. Según Cipolla, la diferencia entre una sociedad que progresa y una que colapsa está en la proporción de personas inteligentes capaces de compensar las pérdidas causadas por los estúpidos.

El diagrama de Cipolla: cuatro tipos de personas

Para ilustrar su teoría, Cipolla propone un esquema en el que clasifica a las personas según el impacto de sus acciones sobre sí mismas y sobre los demás. Así, distingue cuatro grandes categorías:

  • Inteligentes: Benefician a los demás y a sí mismos (ganancia mutua).
  • Malvados (o bandidos): Se benefician a sí mismos perjudicando a otros.
  • Incautos (o ingenuos): Benefician a otros perjudicándose a sí mismos.
  • Estúpidos: Perjudican a otros y a sí mismos.

Esta clasificación permite entender por qué la estupidez es tan peligrosa: mientras que los otros tres tipos de personas siguen algún tipo de lógica (aunque sea egoísta o ingenua), el estúpido actúa de forma impredecible y autodestructiva.

Ejemplos cotidianos de estupidez según Cipolla

La teoría de Cipolla puede parecer abstracta, pero basta mirar a nuestro alrededor para encontrar ejemplos. Un conductor que bloquea una salida de emergencia, un burócrata que complica trámites sin razón, un usuario que difunde noticias falsas sin verificar, o un empleado que sabotea su propio trabajo por simple terquedad. En todos estos casos, el daño es real y, con frecuencia, nadie obtiene ningún beneficio.

En la vida pública, la estupidez puede adquirir dimensiones catastróficas cuando personas estúpidas ocupan posiciones de poder. Cipolla advierte que el daño causado por un estúpido aumenta exponencialmente según su grado de influencia, como ocurre con ciertos políticos, burócratas o líderes sociales.

¿Se puede combatir la estupidez?

Cipolla es pesimista: la estupidez es una constante de la naturaleza humana, imposible de erradicar. No hay educación, sistema social ni filtro que pueda eliminarla. Sin embargo, sí es posible, y necesario, reconocer su existencia, no subestimarla y tomar precauciones al interactuar con personas estúpidas.

La única defensa, según Cipolla, es que las personas inteligentes y sensatas trabajen para contrarrestar los efectos de la estupidez, generando beneficios que compensen las pérdidas que los estúpidos inevitablemente causarán.

Cipolla en la actualidad

A casi cincuenta años de su publicación, las leyes de Cipolla siguen siendo sorprendentemente vigentes. En la era de las redes sociales, la desinformación, la polarización política y la burocracia excesiva, la estupidez humana parece más visible y dañina que nunca. Cipolla nos invita a mirar la realidad sin ingenuidad, a reconocer la fuerza destructiva de la estupidez y a no caer en la tentación de subestimarla.

Como él mismo concluye, el destino de las sociedades depende, en gran medida, de la capacidad de sus miembros más lúcidos para compensar, con inteligencia, creatividad y sentido común, el caos sembrado por los estúpidos. No se trata de despreciar ni de odiar, sino de estar alerta y actuar con responsabilidad.

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