El spot alude a ello en el monólogo de un joven asustado: “Si las miras directamente a los ojos: mal. Si evitas el contacto visual: peor”. Sus super-poderes siguen en aumento: “Dicen que son capaces de leer el movimiento de tus dedos cuando estás escribiendo un mensaje”. (En ese momento vemos a la madre, saliendo ya por la puerta, que intuye lo que su hija escribe en el móvil: «Tronka, mi madre se pira»)… “Y de escuchar cosas imperceptibles al oído humano ¡con cuatro paredes de por medio! (oye a su marido, cuchichando por el teléfono en el otro extremo de la casa)”… Lo mejor está aún por llegar. Vemos al hijo enfermo en la cama, pero la mirada de la madre se dirige al flexo caliente y encendido: “Sólo ellas detectan que tú no tienes fiebre, tienes examen de capitales de la nueva Europa…”.
Efectivamente, la madre tiene poderes casi sobrenaturales (De ahí el tono cómicamente tenebrista del anuncio) . Unos super-poderes que los demás mortales no tenemos. Es capaz de ver, oír y entender lo que nadie puede ver, oír ni entender. Y es que llevan mucho tiempo entrenando. Nos sacan mucha delantera. Cuando un bebé llora y dice “¡aaaah!”, inmediatamente dice: “Tiene hambre”. Poco después, el bebé vuelve a llorar: “¡aaaah!”, y ella exclama: “Ahora está mojado”. Para los demás ha sonado igual, para ella no.
Por eso, cuando llega la época adolescente y el padre es incapaz de imponer su autoridad y su disciplina, ella sabe cómo contener la rebeldía juvenil: le basta una sonrisa, una caricia, una palabra de afecto. Y todo se arregla. Porque todo lo sabe. “¿Qué le pasa a nuestra hija?”, pregunta, desconcertado, el padre. Y responde la madre, que lo ha intuido ya hace semanas: “Pues… que se ha enamorado”.
De ahí el eslogan final: “A una madre es imposible engañarla”. Sí, ella sabe qué es lo que necesitan sus hijos; y, por supuesto, con qué plato va a acertar ese día, y de qué productos se puede fiar. Pero esto... es mejor que lo cuente Atún Calvo.
Feliz otoño a todos. Hoy es un buen día para recordar a quién le debemos la vida, quién nos prestó toda su atención cuando éramos pequeños… y quién se alegró de nuestro nacimiento más que nadie en este mundo. ¡Muchas gracias, mamá!