Cuando la última generación que leyó su nombre entre los grandes del cine francés por aquellas famosas (y no todas del mismo nivel, en realidad sólo un par) "Les enfants du Paradise", "Le jour se lève", "Le quai des brumes", "Les visiteurs du soir" y compañía, desaparezca - si no lo ha hecho ya - es probable que su cine sea irreversiblemente ya una anticualla.
"La Marie du port", filmada en 1949, tiene además un par de hándicaps adicionales a su nula fama y escasa difusión.
Uno desde luego es Gabin, un actor, puntualmente antes y habitualmente a partir de aquí, a menudo insufrible y que en los próximos años encarnará demasiadas veces un papel al que es fácil asimilar el que interpreta en esta película: ese cincuentón (que parece que quiera ser siempre cuarentón), con pasado, mujeriego - y facilidad pasmosa para seducir mujeres mucho más jóvenes por un atractivo digamos "de guión" -, experto, nocturno y en retirada, siempre con la última oportunidad o el último golpe pendiente.
Aquí encontramos, para mi gusto junto al de "French Cancan" de Renoir, su mejor papel. Pocas veces estuvo tan adecuado y vulnerable, pareciendo dominar tan relajadamente sus gestos. Y pocas veces más hizo como si tuviera cuarenta y tantos años, teniendo verdaderamente 45 años.
El otro problema de "La Marie du port" es obviamente la política de autores, la nouvelle vague y todo el tsunami que se llevó por delante sin hacer muchas distinciones una parte valiosa y heterogénea del cine francés de las décadas anteriores a su explosión.
Aún entonces respetado por su pasado, que es la antesala de la guillotina, a Carné (quizá en mayor medida por las más populares "Thérèse Raquin" y "L'air de Paris") se le mascullaba culpable.
Pero no se debe caer en el error de asignar "La Marie du port" al tendencioso purgatorio al que se envió en bloque la obra y maneras de Delannoy, Autant-Lara, Allégret o Pagliero porque sea fácil creer que comparte las características denunciadas en un artículo escrito por un chico de 21 años (y que conste que no quiero personalizar en Truffaut porque el filtro fue colectivo y afectó injustamente a otras cinematografías), por mucha razón que le asistiera.
Parece claro que los Cahiers no podían ni tener perspectiva suficiente del cine, ni idea del daño que contribuyeron a causar ... y menos aún supieron ver que esta y otras películas supuestamente "en conserva", sin la frescura del instante, contaminadas por tantos vicios literarios o psicológicos, eran mejores que "Jour de fête", "Orphée", la mayoría de los Cocteau o todo Clouzot.
Aparte de una escena de "Tabu" de Murnau en un cine, un poster de "Pattes blanches" de Grémillon, al que admiraba y del que no anda lejos "La Marie du port" - como tampoco del genial "L'amour d'une femme" - es mostrado en varias escenas, estableciendo un asidero bastante válido (y modesto, este Carné supera ampliamente a ese buen Grémillon) para entender el carácter verdaderamente especial de esta historia de reordenación de prioridades vitales que ya parecían inamovibles al encarar el otoño de la vida.
También "Coeur fidèle" de Epstein, varios Sternberg, Germi, Käutner, Sjöberg, Raízman, Powell & Pressburger o Borzage puede ser pertinente agruparlos con ella.
Carné planifica este malhadado Simenon sin crímenes ni tragedias, más pagnoliano de lo que se pueda imaginar - ya sería hora de que ese adjetivo equivaliera a despejado y sutil -, claramente de ambiente (primera y última vez con la mágica fotografía de Henri Alekan) pero con humor e ironía, sin asomo de intento furtivo por demostrar lo que fue o lo que podría ser sin la sombra de Prévert pero también sin renunciar un ápice a todo lo francés que había en su cine.
Es su gran obra de madurez.