Una investigación que se abre y cuyos pasos vamos siguiendo poco a poco, una prosa que fluye sin atragantarse y unos personajes creíbles. Una novela con todo lo exigible en un noir nórdico y que -por descontado- engancha desde el principio.
Una única pega: si Indridason sigue escribiendo a muerto por novela en un país con poco más de 300.000 habitantes y la tasa de homicidios más baja de la Tierra, pronto habrá más fiambres en sus novelas de los que produce el país.