Revista Salud y Bienestar

Las medias verdades ocultas sobre la vacuna del papiloma (I)

Por Miguel @MiguelJaraBlog

Por Enrique Gavilán (@enriquegavilan), médico de familia.

Las grandes compañías farmacéuticas no suelen mentir, sino contar medias verdades. Lógicamente, lo que cuentan es lo bonito, lo que les favorece, aunque sea poco relevante: ya se encargan los departamentos de mercadotecnia de dejarlo bien adornado y de exponerlo en los mejores escaparates, de manera que todo el mundo ilumina con sus focos la cara amable que resulta de su trabajo.

Cualquier nuevo producto adquiere una dimensión científica y social tan grande que toda objeción parece fuera de lugar. Pero a menudo ocurre que hay gente que se empecina en desvelar lo que no se cuenta. Y lo que se oculta puede muchas veces ser incluso más importante que lo que se publica. Aunque la Verdad -así, en mayúsculas- no existe en medicina, nos podemos acercar bastante. No conocer toda la información ni hacer un uso crítico de la misma es en realidad una forma de mentira.

La vacuna del virus del papiloma humano (VPH) es uno de esos productos-estrella [presentado en dos marcas, Cervarix y Gardasil, fabricadas por GlaxoSmithKline y Sanofi Pasteur Merck] de los que hasta hace poco sólo conocíamos su lado más amable. Todo el mundo (no sólo las propias compañías fabricantes, sino periodistas, científicos, expertos en salud pública, médicos, sociedades profesionales, asociaciones de pacientes, políticos y gerentes) repetía como un mantra que

“la vacuna es totalmente segura” y que era un “arma imprescindible” para “proteger a las mujeres contra el cáncer de cérvix”.

Y a decir verdad, los datos publicados hasta ahora sobre dicha vacuna son espectaculares. Pero, ¿y si no supiéramos todo lo que hay sobre este tema? La doctora Lucija Tomljenovic es una comprometida investigadora canadiense que ha dedicado los últimos años de su vida a investigar y publicar artículos muy críticos con las vacunas, especialmente las del virus del papiloma. En uno de los últimos, publicado en la revista Current Pharmaceutical Design, da a conocer datos reveladores que hacen dudar de la bondad e inocuidad de estas vacunas. ¿Qué argumentos defiende Lucija?

BENEFICIOS LIMITADOS…

En 2006, la compañía estadounidense Merck solicitó la comercialización de su vacuna tetravalente del VPH, Gardasil. En el expediente de solicitud aportó datos procedentes de varios ensayos clínicos que se habían efectuado con la vacuna. Parte de esos datos fueron luego publicados en varios números de la misma revista, la prestigiosa New England Journal of Medicine y en dos análisis combinados, todos ellos financiados por la propia Merck.

Precisamente, los datos que se publicaron fueron los que dejaban en mejor lugar a la vacuna, con porcentajes de resolución de lesiones precancerosas cercanos al 100%. Pero omitieron otros. En concreto, los concernientes a resultados más relevantes desde el punto de vista clínico (1). Y en ellas, la vacuna parece ser efectiva sólo en uno de cada tres casos, en el mejor de los escenarios posible. Cifras, por tanto, muy alejadas de las que habían sido publicadas anteriormente y que nos aventuran a pensar que la vacuna podría tener mucho menos impacto en la reducción última del cáncer de cérvix que lo que hasta ahora sabíamos.

Esta omisión de información tan relevante (técnicamente se conoce como “sesgo de comunicación selectiva de resultados”), desvelada por Lucija y sus colaboradores, deja a las claras dos opciones, a cual peor:

1/ o los investigadores conocían los datos y se plegaron a los intereses de la compañía farmacéutica divulgando sólo los resultados más favorables

2/ o la compañía los engañó ocultándoles dicha información. En cualquier caso, todo un ejercicio de ocultismo impropio de una ciencia que pretende ser ecuánime, rigurosa y neutral.

… Y SEGURIDAD EN ENTREDICHO

La obstinada mirada crítica de Lucija también ha permitido develar datos que apuntan a que las vacunas del VPH no son del todo seguras.

Sus argumentos se basan en la idea de que los ensayos clínicos que han evaluado la vacuna contenían diversas anomalías a resultas de las cuales los posibles perjuicios de las vacunas quedaban minimizados. En primer lugar, los estudios no estaban diseñados para detectar problemas de seguridad, con lo cual ya incluso antes de que se desarrollaran los mismos se sabía que muy probablemente no iban a encontrarse diferencias significativas entre las personas a las que se les puso la vacuna y las que recibieron el placebo.

Por otro lado, el suero que recibieron las personas que estaban en el grupo del placebo estaba enriquecido con sales de aluminio, el mismo adyuvante que se utiliza para potenciar el efecto de la vacuna sobre la inmunidad y que se cree puede estar involucrado en muchos de los efectos adversos graves de la vacuna.

Así pues, si ambos grupos iban a recibir la misma cantidad de sales de aluminio, era bastante probable que fuesen a tener el mismo perfil de efectos adversos, llegándose a la conclusión preconcebida de que la vacuna no ofrecía desventajas si se le comparaba con el placebo.

Y esas fueron finalmente las conclusiones de los ensayos clínicos… Resulta difícil defender la decisión de la composición del suero que recibía el grupo placebo (algunos autores lo desaconsejan explícitamente) y de hecho ninguna publicación oficial de las vacunas se ha parado a discutir este hecho.

(CONTINUARÁ…)

Este artículo tendrá su continuación mañana pues dada la extensión del mismo lo daremos en dos partes. A Enrique podréis verle en esta noticia que es un adelanto de lo que mañana veremos en el programa salvados de Jordi Évole dedicado a la industria farmacéutica.

(1) Las lesiones displásicas o premalignas más avanzadas, las CIN-3, que tienen menor capacidad para regresar espontáneamente y por tanto mayor capacidad para evolucionar a cáncer invasivo; y 2/ las lesiones provocadas no sólo por los tipos de virus cubiertos por la vacuna sino por todos los tipos con capacidad para evolucionar a cáncer invasivo de cuello de útero.


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