Las Mejores Secuencias del Cine: Parte 5

Por Cinéfilo Criticón @cinefilocritic

Ya han transcurrido algunas semanas que no continuábamos este serial que invita a añorar las mejores secuencias que nos ofrece el cine. Algunas más conocidas que otras, pero eso no quiere decir que hayan dejado de estar presentes en la mente del público.

Debo de aclarar que la mayoría de las secuencias que llevamos al momento, corresponden al desenlace de la película. Lo menciono porque en casa especial se esta haciendo más presente. Tampoco es de extrañarse al ser por lo general la parte en donde muchas veces se determina el valor de la cinta.

Así que sin más demora, continuamos con otras cinco secuencias que estoy seguro que serán de su agrado.

Akira. Katsuhiro Otomo,  1988

La transformación de Tetsuo

Es el logro monumental de la animación japonesa. Es la coronación al esfuerzo colectivo de artistas, inversionistas y estudios de animación que decidieron trascender de sus producciones acartonadas, a una industria reconocida a nivel mundial. Su legado es incalculable al ser fuente de inspiración del anime que ahora goza de fama alrededor del mundo.

Ni su temática pesimista o sentido liberal de mostrar la violencia evitan que reciba elogios por parte de la crítica y del público en general. No sólo lleva a nuevas alturas el género de la animación, si no que abre posibilidades a contar  historias muy lejos de la exclusividad del público infantil y restricciones que tenía el cine para crear las más excéntricas ideas que un escritor es capaz de crear.

Quizás la secuencia por la que es más conocida este filme es por la transformación de Tetsuo: un joven incapaz de controlar sus nuevos poderes mentales, a tal grado que es transformarlo en una grotesca criatura. El impacto que provoca esta escena va más allá de lo visceral,  porque es una soberbia secuencia en donde demuestra el poder de la animación y el talento de verdaderos artistas.

Por estas sencillas razones se ha vuelto un clásico del cine y un pilar del anime japonés.

Los Olvidados, Luis Buñuel, 1950

El desenlace

La mundialmente reconocida cinta del maestro Luis Buñuel, no sólo es digna de ser admirada por su valiente retrato al problema social que genera la pobreza, si no como uno de los legados más importantes que tiene el cine. Con tantos elogios y artículos relacionados con la cinta,  sólo me queda aclarar que es en el desenlace donde radica el principal valor de la obra.

Es cierto que la riqueza que nos brinda con personajes bien definidos, además un libreto sincero y sin complejos hacen invaluable la película. Tampoco es posible negar que la secuencia en donde Pedro sueña con su madre se ha vuelto el origen de innumerables comentarios por las sensaciones que transmite a la audiencia, además del valor creativo con un simbolismo que hasta nuestros días sigue intrigando.

Pero es el trágico desenlace lo que le brinda importancia a la trama, dándole una conclusión lógica al desarrollo que tienen los personajes y recalcando una tragedia que se vive aún en estos días. El haber triunfado el final feliz sólo porque la gran época de oro del cine mexicano producía historias agradables para el alma, hubiera degradado la visión de un autor que ofrecía sin reproches un pedazo de cruda realidad. El hecho de que Buñuel haya sido extranjero, lo obliga a realizar un prólogo que explica el aspecto universal de la pobreza, y aún así fue objeto de críticas y censuras por sentirse ofendidos aquellos que pensaban que era reflejo de México.

Es terrible como se destruyen las esperanzas de un futuro para Pedro. Vemos como luchaba por lograr enmendar sus errores y el desgraciado Jaibo sin piedad reacciona con odio ante la supuesta traición de quien alguna vez considero su amigo. El momento cumbre es cuando la madre de Pedro cruza camino con los restos de su hijo. Es ahí cuando un conjunto de emociones compiten por darle nombre a lo que vemos, para luego rematar con el destino final del cadáaver en un basurero.

Simplemente es para quedarse sin palabras.

El Planeta de los Simios,  Franklin J. Schaffner, 1968

” Quizás no te agrade lo que encuentres”

A simple vista uno ve los disfraces de simio e inmediatamente la reacción es de desagrado. También hay quienes piensan, que después de todo no puede ser tan malo ver monos cabalgando con armas en sus manos. Dependiendo de los gustos personales, lo cierto es que esta cinta resulta ser un clásico del cine no sólo por su originalidad, si no por la crítica que realiza al ser humano como especie. ¿Quién lo hubiera pensado?

Es cierto que uno de los momentos por los que es recordado este filme es cuando Taylor (Charlton Heston) exclama sus primeras palabras enfrente de los simios, pero nada se compara al descubrimiento que habría de venir al final en una playa desolada. El gran merito lo tiene la gran dirección de Franklin J. Schaffner, quien logra convencernos de que nuestro protagonista se encuentra en un planeta extraterrestre donde a su parecer las leyes de la evolución están de cabeza.

Ni que decir del libreto de Michael Wilson y Rod Serling, que se deshoja como las capas de una cebolla para revelar una verdad que era aparente. Uno no se puede imaginar como seríamos intrigados con la variedad de debates sobre dogma, igualdad, religión , sociedad y la naturaleza humana. Mayor mérito se tiene cuando los temas planteados no son expuestos como sermón y lo mejor que es cada uno fluyen con tanta naturalidad dentro del contexto de la película que evita caer en la saturación de ideas.

El momento cumbre llega cuando Taylor descubre que se encontraba todo el tiempo en la Tierra y no en otro planeta donde se suponía debía de haber llegado. Cuando vemos los restos de un inconfundible símbolo de la civilización humana: la Estatua de la Libertad, estamos tan sorprendidos como el protagonista que reclama a sus antepasados las consecuencias de sus actos.

Es por eso que no sólo es uno de los mejores desenlaces, si no una de las mejores secuencias que nos ofrece el cine

Karate Kid,  John G. Avildsen, 1984

La Grulla

¿Quién no conoce tan legendario movimiento muscular que ha sido objeto de parodias, chistes, remembranzas y conversaciones? Nadie se esperaba que esta sencilla película de amistad logrará penetrar en la cultura popular, a tal grado que llega a ser una obra que representa lo mejor de la década de los ochenta.

Gran merito tienen las actuaciones de Noriyuki “Pat” Morita y Ralph Macchio, quienes logran trascender el libreto de Robert Mark Kamen a algo más que un conjunto de clichés. Es cierto que el libreto tampoco es una complejidad,  con su tratamiento a lo que bien podría ser la solución al “bullying” en las escuelas, pero si lo suficiente para que ambos actores logren convencernos de formar un lazo entre maestro y estudiante.

Tampoco hay que menospreciar el trabajo del director John G. Avildsen, quien vuelve a cautivar al momento de filmar combates, ahora tratándose de karate. Uno podría pensar que un torneo de artes marciales no podría ser tan emocionante, y hasta cierto punto raya en la exageración con el tratamiento que se la da al evento que es comparable a unas olimpiadas, lo cual en el momento eso pasa a segundo plano ya que la película se lo ha ganado. Cuando por fin llegamos al combate final y vemos la famosa posición, es un instante que adquiere tanto valor por las escenas de enseñanza que precedieron, que cuando por fin ocurre no te queda más que dejarte llevar por el sentimiento de orgullo que tiene el Sr. Miyagi.

El Silencio de los Inocentes,  Jonathan Demme, 1991

Hannibal Lecter

Me es difícil elegir una sola escena que sobresalga del resto donde aparece la celebridad de Hannibal Lecter.  No es exagerado afirmar que cada minuto en el que está en pantalla Sir Anthony Hopkins no sólo es cautivante, si no también escalofriante en su interpretación de uno de los mejores villanos que el cine haya creado.

Desde el primer encuentro con la agente Starling (Jodie Foster), el actor refleja en su caracterización el historial de un asesino en serie, sin antes haber presenciado ninguno de sus crímenes. Desde su mirada penetrante, inconfundible tono de voz, juicios impecables y su alto intelecto; todo lo anterior lo hacen ser una verdadera amenaza para la humanidad. Aún así lo que más intriga es el procedimiento en como analiza a sus víctimas: determinando su valor como si fuera justificación para saciar su implacable hambre. En todos los aspectos el ser emana peligro a todo momento.

Sin bien es cierto que la cinta esta basada en la novela homónima del autor Thomas Harris, es el guión escrito por Ted Tally quien le hace justicia con unos diálogos soberbios de los cuales aún hoy podemos recordar. Luego tenemos el aspecto psicológico que con maestría utiliza Lecter para lograr sus objetivos, como el ingrediente especial para que todo amarre. Es cierto que Starling la sufre al recordar su pasado, pero hasta cierta forma le funciona como terapia para reforzar su identidad y sobre todo su propósito de vida. Para nosotros como público, es un deleite ver las actuaciones de ambos protagonistas.

Más fascinado no podría estar por el trabajo de director Jonathan Demme, quien mantiene una atmósfera de suspenso con una impecable calidad. Conocedor de la trama con la que cuenta, no necesita de trucos para impactar a su audiencia y deja que respire su cinta con escenas en donde sus personajes actúan de lo más casual posible, creando simpatía y dándoles peso para cuando la acción se desarrolla. Otro punto fascinante es como enfoca la cámara al rostro de los actores sin piedad, logrando transmitir con sus expresiones un rango de sentimientos que van del miedo hasta el deseo. Y si quieren un ejemplo, sólo basta recordar como Lecter recuerda la cena que le proporcionó un entrevistador del censo.