Revista Viajes

Las mejores vistas de ciudad Ho Chi Minh, aquí

Por Worlding8

Llegamos andando a la torre que ya le habíamos echado el ojo por la mañana pasando con la moto. No costaba mucho de encontrar, sobresale entre todos los edificios de la ciudad y tiene un parecido al Hotel Vela de Barcelona, muy familiar para nosotros.

Entramos en el centro comercial de la planta baja y no supimos encontrar la forma de subir hasta arriba. Después de subir con las escaleras mecánicas hasta los cines y volver a bajar, justo cuando nos íbamos a dar por vencidos, llegamos al primer piso y vimos un chico en un pequeño mostrador. Nos atrevimos a preguntarle si había alguna posibilidad de subir hasta arriba y nos dijo que sí, que teníamos que entrar justo por el pasillo que él estaba guardando ¡Genial!

Detrás del pasillo nos estaban esperando dos chicos súper trajeados que ya nos dieron yuyu- ¡¿A ver si esto nos va a costar un ojo de la cara?!- Los chicos nos preguntaron si queríamos tomar café, cenar o beber algo. Les dijimos que lo que queríamos era ir a la última planta. Nos mandó al piso 50 (él mismo hasta nos apretó el botón del ascensor) diciéndonos que allí cogeríamos un ascensor por dos pisos más.

En cuanto se cerró la puerta el ascensor empezó a contar pisos tan rápido que sentimos incluso la sensación de mareo -¡A ver si vamos a coger el mal de altura!-.

Una chica muy mona nos estaba esperando al otro lado de la puerta del piso 50- ¡Qué eficiencia!- esto todavía nos asustó más que los dos chicos trajeados. Nos preguntó si queríamos tomar café, repitiendo que queríamos ir al último piso- ¡Ah! Ok. You want to go to the bar, please, change the elevator-. Y así nos pasamos al ascensor que había justo enfrente del que estábamos para subir simplemente dos pisos más.

Se abrieron las puertas y sacamos la cabeza. Vimos unas luces muy lujosas y nos volvimos a meter casi en el ascensor- ¿Hello?- parecía que iba con nosotros. Decidimos salir del ascensor. Al final del pasillo otro chico trajeado de negro nos estaba mirando, sí, la cosa iba con nosotros. No sabíamos ya si irnos corriendo o meternos en la sala que había detrás de ese pasillo pero accedimos.

Cuando entramos a la sala nos sorprendió porque los cristales estaban cubiertos por cortinas ¿Dónde estaban las vistas? El camarero nos acompañó a escoger asiento para reposar después de tanto ajetreo ascensorero. Rodeando la sala dimos con otro sector que sí que tenía algunas cortinas levantadas, justo las de los cristales que acompañaban las mesas y las sillas de la gente tan bien vestida que había sentada en ellas. Volví a maldecir mi ropa sudada y mi cara de cansancio de otro día más andando por una ciudad húmeda del sudeste asiático.

Nos sentamos en unos taburetes altos y nos levantaron las cortinas. Tenía muchas ganas de gritar esa palabra que tantas veces he repetido en nuestro viaje- ¡Ualaaaaaaaa!- pero no lo hice. Esperé a que el camarero se fuera en busca de la carta para comentarlo con discreción. Mi idea era pasar desapercibidos aunque ya era casi imposible.

Abrí la carta en busca de algo muy barato pero no lo encontré, como era de esperar entre tanto lujo. En medio de cócteles conocidos y no tan conocidos encontré la Saigon Beer, esa que con sólo un día en Vietnam ya nos había robado el sentido del gusto y el estómago. Su precio: 150.000Dongs (6,41 euros), precio que nosotros pagamos por ella en la ciudad 10.000Dongs -¡Qué dolor, tanto intentar ahorrar para en un momento hacer esto!- era lo más barato de esa carta así que es lo que pedí. Pero al camarero no le gustó mi pedido y me dijo que para dos personas tenía que ser dos bebidas. Imaginaros mi cara de -Ok, me has pillado, tengo presupuesto mochilero- y después de mirarnos le dije que me pusiera dos con toda mi resignación, intentando con todas mis fuerzas que no se me notara en la cara.

La cerveza estaba fresquita como a nosotros nos gusta, eso sí, era más pequeña que la que nos bebíamos en el barrio donde nos alojamos para más inri. Pero fueron muy generosos, nos trajeron unos cacahuetes picantes estupendos para darnos más sed, pero no lo consiguieron, o al menos allí no íbamos a repetir consumición, quizás fuera nos agarraríamos a la primera fuente que encontrásemos.

Por suerte elegimos la mejor hora para acudir al lugar a disfrutar de las maravillosas vistas. Estaba anocheciendo y disfrutamos de todo el sunset desde la Bitexco Tower. La cerveza se acabó pronto, los cacahuetes más y a pesar que os ofrecieron otra bebida no negamos muy amablemente. Nuestro objetivo eran las vistas.

Pedimos la cuenta y ¡Horror! Todavía era peor de lo que imaginábamos nos habían cobrado por el servicio y la broma costaba 346.000Dongs (14,78 euros). Pero pronto nos dimos cuenta que por lo menos no habíamos pagado los 25 euros que cuestan las vistas del Marina Bay Sands de Singapur.

Al principio nos dio vergüenza fotografiarnos como locos. Al final acabamos sacando la GoPro y todas nuestras cámaras. Después de pagar la cuenta ya incluso nos dimos la vuelta a la sala para disfrutar de las vistas por todos sus rincones, bueno mejor dicho, redondeces.

Bajamos los 2 pisos con un ascensor y 50 con el otro de nuevo y volvimos a sentir esa sensación de mareo. Al salir le dimos las gracias al chico del mostrador y nos fuimos a seguir disfrutando de la ciudad desde la altura normal.

CONCLUSIÓN: aunque esté explicado de forma exagerada así es como exactamente pasó la historia. Sin duda y a pesar de que se salía de nuestro presupuesto (se trataba sólo de una cerveza) volveríamos a repetir. Nos fuimos a dormir pensando en esas maravillosas vistas y en la suerte que habíamos tenido de haberlas disfrutado.

¿Te gustaría poder hacer lo mismo que hicimos nosotros? Te pasamos la posición de la torre en Googlemaps.



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