Las mentiras de la Navidad

Por Mamás_besos @mama_besos

El sábado recibimos una visita muy esperada desde hacía días por el Peque: el tió.

Con la llegada del tronquito de la barretina roja nuevamente me asaltó un mar de dudas. Me defino como una mujer atea de tradición cristina. ¿Os cuesta de entender? Pensadlo bien y os daréis cuenta que esta definición encaja con muchos de nosotros. No creo en seres supremos, pero me encanta la Navidad y toda la magia que la envuelve, que te permite durante unos días formar parte de un cuento donde las estrellas bajan del cielo para iluminar los árboles, los troncos comen para después cagar dulces y regalos, y en la que la noche del 5 de enero debemos dejar agua y comida en el comedor porque nos visitan tres extraños seres venidos de no se sabe bien dónde. Supongo que son sobretodo en estos días cuando esa parte niña que siempre yace en mí puede salir al exterior sin ningún tipo de censura y en toda su expresión, porque ser niño en Navidad “no está mal visto”.

No me gustan esas opiniones en que se cargan la Navidad porque la relacionan única y exclusivamente con el consumismo. Mamás y papás, señoras y señores, la Navidad no es sólo eso, y depende de nosotros que la hagamos más o menos “consumista”, así que no lo pongan de excusa. Se puede vivir la magia de la Navidad sin visitar el Corte Inglés, todo depende de cómo la queramos vivir y sobre eso, cada cuál es libre y respeto todas las opciones, me gusten más o menos, eso da igual. Sueños, regalos, imaginación, familia…son muchos los ingredientes que pueden formar parte de la Navidad y que cada cual elija los suyos. No hay una única Navidad, cada familia, cada persona, se teje la suya.

Pero todavía no os he contado esa gran duda que se me presenta cada vez que aparece el tronquito con barretina en casa y se tumba al lado del árbol para zamparse mi turrón de Suchard y las mandarinas. Me paso todo el año diciéndole al Peque que no se deben decir mentiras y regañándole cuando lo hace. Y resulta que ahora, nuevamente le cuento dos grandes mentiras: el tió y los Reyes Magos. ¿Hacemos bien? ¿Lo hacemos para que ellos tengan la oportunidad de vivir la “magia” de la Navidad como nosotros la pudimos vivir o, confesémoslo, lo hacemos porque a nosotros nos hace gracia ver esa cara de ilusión qué ponen cuando el tronquito llega a casa? estas tradiciones han ido pasando de padres a hijos de generación en generación, ¿estaría bien romper esta cadena con mi hijo y no darle la oportunidad de poder vivir durante unos años estas fantasías?

He leído artículos sobre este tema, y los hay de todos colores. Me quedo con los que defienden que no es malo engañar con estas mentiras navideñas a los niños, porque ayudan a desarrollar su imaginación, igual que lo hacen los cuentos. Pero yo, conociendo como conozco a mi hijo, me temo su respuesta cuando se entere que los Reyes Magos somos los padres: “mamá, ¿no decías siempre que no hay que decir mentiras?“. Y entonces, ¿qué le contestaré?.

Ese momento ya me llegará y espero que entienda el por qué de estas tradiciones, para que cuando sea padre las disfrute con sus hijos tal y como yo lo estoy haciendo con él. Pero qué os diré que no sepáis, me encanta organizar toda estas movidas, esconder el tió en el bosque para después ir a buscarlo con mi hijo, ir descalza la noche de Reyes para que no me oiga cuando voy de una habitación a otra cogiendo los regalos para ponerlos en el comedor, y pegarle palos al tronquito para ver si caga chocolatinas. Sí, después de toda esta reflexión, me parece que lo tengo algo más claro. No se tratan de mentiras, sinó de fantasía e ilusión, algo que la Navidad nos recuerda que no tendríamos que dejar perder la resta del año. Sinó somos capaces de imaginar nuestros sueños, ¿cómo los podremos conseguir?. Dejémosles que sueñen, como nosotros lo hicimos…y que nunca, nunca lo dejen de hacer.

Y vosotr@s, ¿qué opináis?