Revista Cultura y Ocio

Las mil y una historias de A. J. Fikry. Gabrielle Zevin

Por Mientrasleo @MientrasleoS
Las mil y una historias de A. J. Fikry. Gabrielle Zevin
     "En el ferry de Hyannis a Alice Island, Amelia Loman se pinta las uñas de amarillo y, mientras espera a que se sequen, ojea las notas de su predecesor: "Island Books, facturación anual aproximada: 350.000 dólares, principalmente durante los meses estivales gracias a los veraneantes -informa Harvey Rhodes-. Seiscientos pies cuadrados de espacio de ventas. Ningún empleado a jornada completa salvo el propietario."
     Libros sobre libros, sobre amor a los libros para ser más exacto. Sólo con esta máxima, ya nos tienen contentos a los lectores empedernidos que no podemos resistirnos a ellos. Por eso me fijé en este libro y por eso hoy traigo a mi estantería virtual, Las mil y una historias de A. J. Fikry.
     Conocemos a  A. J. un librero viudo que reside en la parte de arriba de la librería que regentaba con su, ahora difunta, esposa. Es un hombre huraño y poco diplomático en el trato que parece empeñado en beber hasta arruinarse y, si acaso, morir. Una mañana tras una solitaria borrachera se da cuenta de que le han robado un libro muy valioso que guardaba en casa, y apenas unas horas después, ya no le roban si no que le dejan en  la librería un bebé. Fikry, el huraño, decide quedarse con esta preciosa niña que sin saberlo le cambiará la vida devolviéndole la ilusión a un mundo lleno de hojas de papel.
     Hoy traigo una historia hermosa adornada de referencias literarias que harán las delicias de los amantes de los libros y que tampoco perderán al lector novato, sin demasiado fondo leído. Se trata de una novela marcada por el amor a los libros y protagonizada por A. J., un hombre de lo más peculiar. Viudo, rondando la cuarentena, regenta una librería que parece no cuidar demasiado. Lo que si cuida son sus pasiones literarias y nos regala reflexiones abriendo cada capítulo como si de un diario de lecturas se tratara dirigido, eso sí, a su hija Maya. Vamos leyendo su historia mientras no podemos evitar sonreír antes las frases de esta suerte de Sheldon Cooper literario que compara el momento en que denuncia un robo con una novela policíaca estableciendo quién, si policía o él mismo, hace de protagonista en la historia. Cuando esta niña irrumpe en su vida, él no sabe nada de niños. Sus relaciones sociales se limitan a un puñado escaso de personas y no le quedará más remedio que buscar en google qué hacer con un bebé. Acompañado en la historia por su cuñada, el marido de esta, un escrito mujeriego cuyo moderado éxito se limitó a su primera obra y por Amelia, la comercial de una editorial. Esta niña irá ablandando el carácter de A. J. consiguiendo que vea un poquito de luz en esa oscura vida cuyas relaciones se limitaban a los textos escritos y comience a abrirse a la comunidad, y también a los sentimientos. De hecho el policía al que puso la denuncia por robo se convertirá en uno de sus mejores amigos. Y con estos datos, y el puñado de personajes que acabo de dibujaros, la autora nos regala una amable historia de ágil lectura que, pese a caer en alguna que otra sensiblería, se degusta con placer.
     Alguna vez he comentado que los libros sobre libros parecen haberse convertido en una apuesta segura. Tanto es así, que casi cualquier editorial que se precie incluye al menos uno en su catálogo anual. Sin embargo, no todo vale, y por eso me ha gustado esta novela. Con un argumento sencillo y apenas un par de giros argumentales, consigue hacernos salir de la historia con una sonrisa. Se trata casi de una pequeña joya, a la que podemos achacar como único defecto su brevedad. Porque es cierto que podía haber sido un poco más larga, y la historia un poquito más complicada, con menos clichés... pero entonces tal vez no la hubiéramos disfrutado tanto. Y este libro se disfruta página a página. Se trata de una de esas novelas que cogemos normalmente en verano y cerramos con expresión satisfecha, amable, incluso los más sensibles descubrirán entre sus páginas algún momento en el que se les empañe la mirada.
      No nos engañemos; nos gustan los libros y nos gusta compartir esa afición. Nos gusta hablar de ellos con los amigos y también leer sobre personas que son apasionadas de ellos. Por eso A. J. nos resulta irresistible, en una vieja librería, con una asidua comercial con la que comparte esta pasión literaria y una niña que crecerá rodeada de letras... Y pasamos por esta sencilla trama deseando encontrar un lugar así y conocerlos. Gabrielle Zevin sabe ganarnos el corazón. Ni bueno ni malo, no nos importa, el libro es entrañable.
     Y vosotros, ¿sois de los que disfrutáis de los libros sobre libros?
     Gracias

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