Las mil y una noches y algún día de calor

Por Minae @MinaeDemina

Pues nada, otro verano que se va. Todavía nos quedan 23 días, aunque estaréis conmigo que una vez llegado el 1 de septiembre ya tienes la sensación que se acabaron los días de playa, de tomar cañas en las terrazas de los bares protegidos con sombrillas y de tirarse de bomba en la piscina. He de admitir que yo soy de las que se van a la playa hasta octubre si es posible, que luego el invierno es muy largo y el moreno hay que mantenerlo, sin UVA ni nada, que ya tengo bastante con 3 meses tumbada como los lagartos.

Ha sido un no parar de verano, sobre todo los fines de semana y prácticamente todos los días en agosto. Aunque algunos planes no salieron como debían, no me voy a quejar para nada. Lo mejor de todo, para que engañarnos, la semanita en Marruecos. Ese país olvidado por muchos españoles, aunque sé que no es la mayoría, que se creen que allí no hay más que moros marroquíes que quieren robarnos las carteras. Una de mis compañeras de viaje tuvo que escuchar al comentar su destino con una clienta: “No sé para que te vas a Marruecos si están todos aquí”.

Pues no, Marruecos es un país precioso. Teniendo en cuenta que está a dos pasos de España, medio si vives en Andalucía, vale la pena visitarlo. No solo una vez, a poder ser más de una o tirarse un mes entero si se puede. A mí me sorprendió gratamente la hospitalidad de la gente. Hay que tener en cuenta que yo tengo muy buenas referencias con mi vecina que de vez en cuando nos trae pan marroquí y harira recién hecha, más en estos días de ramadán, pero es curioso como allí enseguida te reciben con una sonrisa y los brazos abiertos.

Por suerte tuvimos un guía muy especial, Abdellah. Yo que iba pensando que iba a venir con 5 kilos menos como cuando fui a Turquía y él se encargo personalmente de que eso no ocurriera, cebándome a hijos chumbos (figues de moro en catalán, higos de cristiano en la traducción del árabe), de dátiles, dulces marroquíes y todo lo que me entrara por el ojo. Así que mi operación bikini en Al-Magrib no resultó

La ruta que hicimos fue Marrakech – Ouarzazate – Merzouga (Desierto Erg Chebbi) – Fez – Rabat – Casablanca. La parte que más me gusto admito que es el camino de Marrakech a Merzouga, el resto de ruta hasta Casablanca es un paisaje mucho más común y similar a ciertas zonas de España.
Podría destacar el viaje en Grand Taxi desde el hotel a la Plaza, 6 personas metidas en un taxi, 4 detrás, 2 delante y el taxista. Creo que pocas veces en mi vida me he reído tanto como dentro de ese taxi, emulando a cuando éramos pequeños e íbamos los mismos en 124. La Plaza que ya he mencionado es esplendida de noche. Sentarse en alguna de las terrazas a tomar un té y luego pasear entre la gente, los puestos de frutos secos y los grupos de música popular al acecho de los turistas para sacarles algún dírham. Los baños, esa gran preocupación para las mujeres, pues curiosamente encontré el más limpio en un pequeño restaurante al borde de la carretera cruzando el Atlas. Después de estar a más de 40 grados en Marrakech, fue una gozada sentarse allí a tomar un café y sentir el fresquito de la montaña a 2.000 metros de altitud. Tampoco me puedo olvidar de los cientos de pueblos que pasamos, integrados totalmente con el paisaje. Los oasis con siete u ocho palmeras saliendo de una sola raíz consiguieron que me quedaran con la boca abierta. Creo que si algún día me pierdo, me podéis buscar ahí o en Erg Chebbi. Este punto fue para mí el más especial de todo el viaje. A las 12 de la noche cuando apagaron el generador, el silencio absoluto se hizo a nuestro alrededor. Un manto de estrellas era nuestra única compañía y era una gozada pisar la arena todavía caliente. Con lo que me gusta andar descalza Podría decir mucho más de este día, pero ya me estoy extendiendo demasiado. Sobre el resto del viaje, la Medina de Fez es espectacular y un laberinto infinito de calles donde es bien difícil encontrar la salida si te pierdes. Tuvo que pedir ayuda hasta Abdellah. En su defensa diré que vive en Marrakech, aunque nos acompañó toda la ruta. Por último, otro detalle que recuerdo fue la visita al hammam. Propiedad de una amiga de la madre de Abdellah, nos trataron como si fuéramos princesas árabes preparándonos para una gran celebración, salimos de allí suaves como el culito de un bebé, aunque con tanta exfoliación nos quitaron casi todo el tatuaje de henna que nos habíamos hecho por la mañana. Así que resumiendo, en cuanto pueda vuelvo de nuevo para continuar conociendo ese gran desconocido y donde nos han tratado tan bien.

Sobre el resto del verano… Después de que se me torciera algún plan que había hecho, he tenido tiempo de ir a la playa, de ver a Iron Maiden en concierto, tal como expliqué ayer en el blog de 22 Strings, incluso de quedar con amigos. Estuve en la Festa Major de Sitges, viendo su castillo de fuegos desde la playa y en el concierto de Sabor de Gracia y La Troba Kung-Fú en la Festa Major de Vilafranca del Penedès.

Pero como ya os he dicho aún quedan 23 días que intentaremos llenar de actividades a pesar de haber vuelto al trabajo. Para ayudar, está la Festa Major de mi pueblo y la Mercè en Barcelona, así que fuera las depresiones postvacacionales y a seguir disfrutando del sol mientras todavía caliente.