Una profesora universitaria argelina dijo hace ya tiempo que el nivel de libertad y civilización de un pueblo podía medirse de una manera muy precisa a través del papel que desempeñaba la mujer en la sociedad. Es una observación muy atinada, que luego he podido comprobar innumerables veces. "Las mujeres, como las masas, están hechas para ser violadas", decía por ejemplo Mussolini, evidenciando a la perfección esa continuidad entre la vida pública y la privada.
Un vislumbre genial, porque hablar de algunos de los tiranos más conocidos del siglo XX a través de la visión de sus esposas, amantes e hijas, y del lugar que la mujer ocupaba en sus proyectos megalómanos, es poder ahondar en la historia europea desde otra perspectiva y ampliar la comprensión de las tragedias sociales por medio del análisis de las tragedias domésticas. Y es que, en efecto, hay una relación directa entre la pequeña historia de la intimidad y la gran y devastadora historia de las dictaduras.
Mil veces defraudadas las mujeres del Zar Rojo.
Estamos en Moscú, en las calles medievales del Kremlin, un sitio que tiene un poder evocador, incluso sobrecogedor. Aquí han sucedido durante siglos acontecimientos de una importancia crucial, no sólo para el devenir de Rusia, sino de todo el planeta. Es éste sin dudas uno de los lugares clave de la historia mundial.
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Existen varias explicaciones sobre el significado original del propio término "Kremlin". En el siglo X se llamaba Kreml a la parte amurallada de una ciudad, y de hecho dos siglos más tarde se construyó aquí mismo un muro de tierra rodeado por un foso. Otras fuentes aseguran que el vocablo es de origen griego y procede de Kremnik, que significa "fortaleza", o de Krom, "límite".
El Kremlin hoy.
Hoy el Kremlin es un conjunto de edificios religiosos y políticos, que ocupa alrededor de 28 hectáreas y que está rodeado por un muro de ladrillo rojo. Su diseño arquitectónico comenzó a gestarse en el siglo XIV, cuando el príncipe Daniel ordenó construir iglesias de piedra para sustituir a las antiguas de madera.
En esta ciudad dentro de otra, Josif Visarionovich Djugashvili, Stalin, gobernó el imperio comunista durante casi cuarenta años, forjando una de las dictaduras más crueles y salvajes de la historia. Hablaremos de las mujeres que lo secundaron y penetraremos en la intimidad de cada una de ellas, para intentar develar los misterios que rodearon al dictador y comprender cómo pudieron enamorarse de un ser tan sanguinario.
Un tipo feroz en tiempos feroces.
Stalin nació el 18 de diciembre de 1878 en Gori, Georgia, por entonces parte del imperio ruso. Su madre, Ekaterina, muy religiosa y de carácter fortísimo, fue la primera mujer importante en su vida.
Su padre, Visarión Djugashvili, era un zapatero alcohólico y agresivo. Las peleas en la pareja eran frecuentes y muchas veces terminaban a los golpes. En ese ambiente de violencia permanente creció Soso, como llamaban a Stalin en el círculo familiar.
Cuando tenía diez años, su padre se fue a vivir a Tiflis para trabajar en una fábrica de zapatos y en un momento dado intentó llevárselo para que aprendiese el oficio de zapatero. No puede precisarse si llegó a hacerlo, aunque si fue así la madre pronto lo recuperó pues Soso completó los estudios en la escuela parroquial en Gori con la mejor nota de su clase, loque le valió una beca en el seminario de Tiflis.
La Catedral de San Basilio es el símbolo de la Iglesia Ortodoxa Rusa, que reúne a unos ciento cuarenta millones de fieles y cuyo centro religioso es Moscú. En ese templo pensaba la madre de Stalin cuando lo envió al seminario. De alguna manera la mujer intuyó el futuro de su hijo porque la ciudad fue el centro de esa cuasi religión que era la doctrina bolchevique, de la cual Stalin llegó a ser el representante máximo, un Papa rojo que convirtió el antiguo imperio de los zares en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Pero esas cosas ocurrirían mucho tiempo después.
Stalin era un elemento díscolo en el seminario.
Según la versión oficial, Stalin fue expulsado del seminario por sus actividades revolucionarias cinco años más tarde de haber ingresado, aunque la madre afirmaba que había sido por haber caído enfermo.
Las mujeres de los hombres más despiadados de la historia: Stalin un tipo feroz en tiempos feroces. Haz Clic para Twittear
Lo cierto es que Stalin era un elemento díscolo en el seminario, donde introducía libros marxistas. Efectivamente, dos años antes de su expulsión se había afiliado al Partido Socialdemócrata de los Trabajadores rama bolchevique dejando atrás la Iglesia Ortodoxa Rusa. Quienes lo conocieron por aquellos años aseguran que ya tenía las características personales que le acompañarían toda la vida, que al parecer eran una herencia materna: fanatismo extremo, destacada inteligencia natural y, sobre todo, elevada predisposición a la violencia.
Stalin mezclaba en su personalidad el carácter clandestino de sociedad secreta rusa con la tradición del bandidismo caucasiano.
Según el escritor español Luis Reyes Blanc, Stalin "era lo que se conocía como un mauserista, es decir, aquellos que llevaban debajo de la chaqueta una pistola alemana Mauser, unas armas grandes, pesadas y difíciles de manejar. Quienes las detentaban eran considerados muy viriles. Stalin, además, mezclaba en su personalidad el carácter clandestino de sociedad secreta rusa con la tradición del bandidismo caucasiano. Junto a su banda se dedicaban a asaltar bancos para financiar la acción revolucionaria con los botines obtenidos".
Stalin era un tipo feroz que vivía en tiempos feroces, un capo de matones, alguien que se caracterizaba por la ausencia de límites morales y por una tremenda rigidez mental. Por desgracia, en épocas de crisis la gente se siente atraída por personalidades como éstas, que ofrecen respuestas simples a problemas complejos.