Desgraciadamente no es el único caso de sexismo que se produce en la política, pero quizás si sea una de las pocas veces en que las protagonistas lo denuncian públicamente y con todas sus letras, sin camuflarlo de otras cosas.
Si algo tiene el patriarcado y por extensión el machismo, es que no entiende de ideologías ni credos. Está por todas partes. Está en la derecha, en la izquierda, en el centro; y, por supuesto, está arriba y abajo.
Pero además y, dentro de la estrategia mantenida por el propio patriarcado para sobrevivir, ha normalizado algunos logros del feminismo y los ha incorporado a su discurso para poder afirmar sin despeinarse que la igualdad entre mujeres y hombres es una realidad inequívoca en nuestras sociedades occidentales y modernas. De ese modo algunos líderes políticos no creen en el desigual trato que reciben sus compañeras de filas o de bancadas. Y el ejemplo de Rita Maestre y Tania Sánchez, son dos ejemplos muy claros.
Dos ejemplos claros pero no los únicos. En los EE.UU. están en campaña para sus próximas elecciones presidenciales. Y Hillary Clinton es candidata a ser presidenta de ese país y, como sabemos, el otro candidato es Donald Trump, cuyas incontinencias verbales, también son conocidas. Y las utiliza para referirse a ella sin pudor como “el diablo”, por ejemplo. Ni siquiera respeta el género de Clinton de quien, como ya he dicho en alguna ocasión no espero que, en caso de llegar a la Casa Blanca, aplique políticas progresistas, pero seguro que las de Trump son bastante peores.
Como dijo hace unos años Michelle Bachelet, “Cuando una mujer entra en la política, la política cambia a la mujer, pero cuando muchas mujeres entran en política, son las mujeres las que cambian la política” y mucho me temo que precisamente eso, que las mujeres cambiemos la forma de hacer política es lo que más teme en patriarcado.
Y ese temor del patriarcado más rancio es lo que ha llevado a remover de la responsabilidad para la que fue elegida a Dilma Roussef mediante un golpe de estado camuflado y utilizando las más viles y repugnantes estrategias para impedir que ella, la legal Presidenta de Brasil, continuara al frente de las reformas que pretendía impulsar para igualar derechos y repartir riqueza. Y el patriarcado la ha acusado de todos los males que ellos, sus antecesores, han causado. Les daba miedo que una mujer inteligente y poderosa pusiera fin a los privilegios de los que gozaban y por eso la apartaron.
Y de repente me acuerdo de una cena con amigas en la que surgió una pregunta para la que todas teníamos una respuesta clara ¿Sin en lugar de cuatro candidatos machirulos a la presidencia del Gobierno del Estado Español, se hubieran presentado algunas mujeres, hubiésemos tenido dos procesos de elecciones generales en menos de un año y quién sabe si todavía un tercero? Todas coincidimos en que no, no los hubiésemos tenido.
No pretendo afirmar que las mujeres seamos más inteligentes en política. No, no se trata de eso. Pero lo que sí digo es que somos más negociadoras, buscamos con mayor frecuencia los puntos de encuentro para evitar los enfrentamientos y resolver de forma negociada los conflictos. Pero es que eso lo venimos practicando en los hogares desde siempre, porque buscamos evitar fricciones y tender puentes de encuentros. Y en el caso de la política española quizás hagan falta más candidatas y menos testosterona machirula, sobre todo después de haber fracasado en los dos intentos de formar gobierno y con los mismos personajes.
Si consideramos el grado de degradación política tanto en la opinión pública como en la gestión de los últimos casi cinco años, tendremos que repensar el modelo actual de hacer política. Y no me estoy refiriendo a que los nuevos partidos hagan nueva política, que también sería deseable, pero que ya han demostrado hacer lo mismo que los viejos pero con caras nuevas. No. Me refiero a una alternativa real, paritaria y equitativa entre mujeres y hombres. Porque hemos de recordar que sin mujeres la democracia no es democracia. Y si realmente queremos profundizar en una regeneración democrática deberemos reconocer que la democracia realmente debería ser paritaria para ser verdaderamente democracia. Y eso, como sabemos no ocurre. Ya se encarga el patriarcado de que no ocurra aplicando la máxima gatopardiana o lampedusiana de “cambiar algo (o todo) para que nada cambie”.
O, ¿acaso cuando en la Ley 3/2007 de igualdad efectiva entre mujeres y hombres se modifica la ley electoral para tener una composición equilibrada de mujeres y hombres, de forma que en el conjunto de la lista los candidatos de cada uno de los sexos supongan como mínimo el cuarenta por ciento, se dice en alguna parte que en la mayoría de los casos ese cuarenta por ciento sea para las mujeres? No. No se dice en ninguna parte, pero la práctica habitual es esa.
Y sí, ya me parece estar escuchando la vieja retahíla de que no hay mujeres disponibles y que, si las que están comprometidas políticamente no quieren entrar en las instituciones, etc. etc., etc. Que sí, que conozco (y de primera mano) esa cantinela pero es que no se hace absolutamente nada para que a las mujeres nos resulte atractiva la vida política en primera línea. Y a los hechos con los que comienzo esta reflexión me remito.
O, ¿Acaso les gustaría a Rajoy que se refirieran a él como el señor gris cenizo y marido de Elvira Fenández?; O ¿a Sánchez como el marido de Mª Begoña Gómez?; o ¿a Pablo Iglesias como la pareja de Irene Montero o ex-pareja de Tania Sánchez?; o ¿a Albert Rivera como el ex-marido de Mariona Saperas y actual pareja de Beatriz Tajuelo? Pues eso es lo que hacen todo el tiempo cuando se refieren a las mujeres que se dedican a la política. Bueno eso y comentar sus aspectos físicos y su vestuario.
Y es que basta ya de tanto machismo en las filas políticas y dentro de todos los partidos políticos. Porque no se salva ninguno como dije antes.
Ya está bien de tanta testosterona en la política.
Hagan el favor señores y (algunas) señoras de la vida política actual de reflexionar y de buscar nuevos paradigmas para intentar desterrar el machismo de ese entorno y así debilitar poco a poco el patriarcado que se sigue supurando en casi todas las decisiones que toman.
Sólo con un cambio real de paradigma político será posible cambiar esta democracia que demuestra que está ya obsoleta y que es poco representativa para el conjunto de las mujeres.
Ah!!! y por favor si nos obligan a ir a una terceras elecciones generales a finales de este año, por favor, tengan la decencia de cambiar a los candidatos, puesto que ya han demostrado su incapacidad para llegar a acuerdos, y, aunque sólo sea por probar, pongan a mujeres como candidatas a la presidencia del Gobierno. Igual se sorprendían de los resultados.
Ben cordialment,
Teresa