Una investigación refleja que su presencia en los materiales escolares no alcanza ni el 20% y que siguen siendo muy poco visibles en el lenguaje, las imágenes y el discurso histórico.
Los libros de texto sirven y han servido siempre para transmitir conocimientos, modelos, valores y patrones de comportamiento. Pero, ¿cuál es el papel que juegan en ellos las mujeres? A pesar de que la legislación educativa aboga por la igualdad, muchos materiales didácticos siguen transmitiendo estereotipos sexistas y relegando a las mujeres a un clarísimo segundo plano. Es la conclusión que se extrae de la investigación Presencia y tratamiento de la mujer en los libros de texto: ¿Invisibilidad, transversalidad o patchwork políticamente correcto, realizada por la historiadora Judit Gutiérrez Sánchez y dirigida por la también historiadora María Jesús González Hernández, profesora titular de Historia Contemporánea de la Universidad de Cantabria, a quien su alumnado seguramente recordará por la pasión con la que explicaba la evolución del movimiento sufragista femenino.
A menudo, las mujeres salen en los materiales escolares ligadas a la pareja
Gutiérrez Sánchez da buena cuenta de cuán diferente es el tratamiento que reciben unas y otros en los materiales escolares. En sus páginas, la presencia de la mujer en solitario alcanza como mucho un porcentaje del 16,3 (frente al 83,7 por ciento que alcanza el hombre), o cómo el número de féminas con nombre propio es mucho menor que el de los varones (el más reciente de los estudios que ha consultado afirma que, mientras ellos aparecen con nombre y apellidos en una proporción de 67 sobre 100, ellas lo hacen tan solo en un 7,6 por ciento).
“No se trataría de hacer distribuciones paritarias de la cantidad de personajes sino de incluir a las mujeres en el discurso histórico. La ausencia de la mujer en el lenguaje, en las imágenes y en los temas de los que es protagonista no solo es un hecho, sino que es asumida como normal. Cuando aparecen, es como un añadido, un pegote o ‘cuota’, que no tiene que coordinarse con el resto del texto. Y a veces ni siquiera aparecen. La aportación de las mujeres a la sociedad se considera anecdótica y no importante para la explicación que se desarrolla”, explica la investigadora.
Ella, como hiciera Rosa Peñalver Pérez en su momento, se pregunta “cómo puede enseñarse la Historia, el Pensamiento, la Literatura, sin Hipatia de Alejandría, sin María la Judía, sin Rosa de Luxemburgo, sin Leonor López de Córdoba, sin Mary Shelly, sin Emilia Pardo Bazán, sin Virginia Wolf, entre una larguísima lista de mujeres indiscutibles hoy en día para cualquier manual con un mínimo de rigor histórico e intelectual”.
Santa Teresa de Jesús es uno de los pocos personajes históricos femeninos habituales en los libros de texto
Los datos no son más amables al hablar de ilustraciones: las mujeres suelen aparecer en las imágenes dentro de una pareja o en un colectivo mixto. Y, en lo referido a las profesiones, “el género femenino es mostrado con más frecuencia en el ámbito doméstico, cultural-artístico (más como consumidoras que como productoras), económico (generalmente realizando actividades de consumo de bienes) y religioso, mientras el masculino se dedica a la política, la cultura y la producción científica”.
“Se trata de una evidente separación sexuada de los ámbitos, entre el mundo público, más valorado, y el mundo privado, lo relacionado con lo doméstico. No es solo que los varones son nombrados en los textos en mucha mayor medida que las mujeres, sino que se transmite que su contribución específica a la construcción del mundo es de mayor relevancia”, puntualiza Gutiérrez Sánchez.
Esta historiadora con vocación docente sabe que sus futuros alumnos y alumnas encontrarán en los libros no solo conocimientos sino también referencias: “Durante la adolescencia se buscan espejos donde reflejarse y, en los libros de textos, para las chicas lo que hay son espejismos. ¿O es que una joven de hoy se identifica con una beata medieval como Santa Teresa de Jesús, una de las ilustraciones féminas que más se repite en los materiales didácticos?”
A pesar de que su tesina, calificada con sobresaliente por un tribunal formado por tres doctores varones, revela unos datos poco alentadores, Gutiérrez Sánchez reserva un poco de espacio a la esperanza. “La legislación en todos los ámbitos relacionados con la educación apoya la igualdad, pero esta no se produce. Es necesario que el profesorado asuma responsabilidades”, defiende.
"¿Cómo hablar de Historia y de Pensamiento sin citar a mujeres como Hipatia?", se pregunta la investigadora
“Se pueden utilizar materiales curriculares no sexistas que complementen las explicaciones de texto y se pueden realizar actividades. Haberlos haylos, solo es cosa de buscar”. Cita como ejemplo el trabajo realizado por el Instituto de Educación Secundaria Parque de Lisboa de Alcorcón (Madrid) que, en el marco del Proyecto Educativo Europeo Hombres y Mujeres en la Sociedad Europea Actual, ha elaborado muy completos materiales sobre sufragismo y feminismo.
Ella está tan convencida de que los libros de texto han mejorado con el tiempo como de que aún queda mucho por mejorar: “Ya no se utilizan imágenes, términos o expresiones que resulten denigrantes para la mujer, pero no es suficiente. Tenemos que eliminar los ejemplos, expresiones y contenidos discriminatorios y tenemos que hablar de la discriminación existente en los libros”.
El uso del lenguaje le parece primordial: “Tenemos tan interiorizado el discurso masculino que en ocasiones resulta difícil utilizar un lenguaje que con naturalidad incluya a la mujer, que no suponga un esfuerzo ortopédico. Se puede hablar de un colectivo mixto, nuestros recursos lingüísticos nos lo permiten. De esta forma evitaríamos dos problemas: la exclusión de lo femenino y las confusiones que provoca el uso del genérico masculino. Dejemos de justificar el uso del masculino genérico con la idea de la economía de la lengua”.
Gutiérrez Sánchez está convencida de que “hay que abordar desde el aula las explicaciones que expongan el reparto de roles que ha provocado la superioridad masculina a lo largo de la historia y los movimientos emancipatorios que dieron lugar al feminismo”. “Tenemos que hacer que el feminismo sea algo cercano y que se entienda, aunque seguramente tarde en compartirse por toda la sociedad. Tenemos que conseguir que el feminismo no sea raro sino natural, y que lo femenino deje de tener connotaciones negativas”, enfatiza.
Ella lo tiene claro: “Si nos enseñan una visión del el mundo sin mujeres, un mundo repleto de protagonistas masculinos que realizan grandes descubrimientos y hazañas para la humanidad, nos están enseñando un mundo en el que la mujer no cuenta. Y no es justo que nos despojen de nuestra memoria, de nuestra identidad y de nuestra historia, porque de eso es de lo que se trata, de justicia”.
Por Cristina E. Lozano Fuente: Pikara Magazine