Las murallas de Bizancio

Publicado el 19 agosto 2014 por Vigilis @vigilis
Tal vez sea una impresión equivocada. Lo cierto es que no existen datos que confirmen este pálpito, pero tiendo a pensar que al contrario que sucede con otros fenómenos relacionados con conflictos bélicos en Oriente Medio, el del Estado Islámico cuenta con el factor "Brigadas Internacionales" en mucha mayor medida que otros conflictos.

Después de Alejandro. Creo.

De tres años hacia acá, demasiados países de mayoría musulmana vivieron su momento anárquico. La guerra de Libia y después la de Siria se enquistaron dando pie a revolucionarios de otros lugares a tener un lugar al que ir a hacer la revolución. Como ya sucedió con el Che en Cuba, revolucionarios fracasados van allá donde las condiciones son más propicias para cometer crímenes. En el caso sirio ya es evidente que se trataba de un país cuyo liderazgo era impostado. No menciono las condiciones ambientales que propician la insurgencia: desiertos en este caso, que son difíciles de tener bajo control. Igual que pasaba en Libia donde era algo más que un rumor que existían campamentos terroristas al margen del control del dictador. Sucedió lo mismo en las selvas de Centroamérica y Cuba. También sucede —no lo olvidemos— en los infinitos archipiélagos de Filipinas e Indonesia. Son terrenos objetivamente difíciles de controlar. El norte de Mali, lo mismo.
Por lo tanto, en esos sitios donde nadie te pide el DNI y tampoco nos importa demasiado lo que pasa, simplemente no sabemos lo que pasa. Hasta que pasa. En el caso del Estado Islámico, igual que en el norte de Mali e igual que en otros tantos sitios, se comete un genocidio y por lo tanto tenemos la obligación moral de impedirlo.

No quiero que se me malinterprete: la historia ha demostrado en numerosas ocasiones que el despliegue de una impresionante potencia de fuego suele resolver problemas como estos. Principalmente los resuelve donde no se pueden resolver de otra forma, es decir, donde no existe comunicación posible con el enemigo (pongo un contraejemplo: con la URSS sí era posible la comunicación y por eso no se entró en guerra directa). Pero a donde voy es al panorama que tenemos por delante. Agujeros horribles en los que en las últimas décadas sólo se ha conocido la guerra y en los que la mitad de la población no supera los veinte años. Esto tiene muy dificil arreglo.
Tiene tan dificil arreglo que una victoria militar no garantiza que no se repita el conflicto. Una victoria que logre que el enemigo ya no quiera seguir combatiendo ya es complicada cuando el enemigo está dispuesto a morir. Pero es más dificil todavía cuando no conoce otra cosa que la guerra. En la civilizada Europa Occidental todavía hay más de 65.000 soldados americanos. La guerra acabó hace setenta años y la consideración de Rusia como un rival a temer acabó hace veinticinco. Hay quien puede decir que esos soldados siguen aquí porque son la potencia hegemónica y así proyectan su capacidad estratégica. Yo no soy de esos.

Pincho de tortilla y caña a quien me traiga su barba.

En Afganistán unos 50.000 soldados de la OTAN llevan trece años sobre el terreno y todos sabemos que en el momento en que se vayan, eso vuelve a ser una juerga (si es que no lo es ya). De Iraq, después de diez años, la fuerza multinacional se replegó, y aunque parece que hubo avances importantes en lograr que los iraquíes tengan ciertas instituciones embrionarias y puedan encargarse de la seguridad en los lugares más importantes, los recientes hechos nos indican que no se acabó el trabajo.
No puedo evitar pensar que la débil posición occidental apaciguadora en la guerra civil siria propició que se enquistara el Estado Islámico. Lo que surgió como una alianza entre varias facciones terroristas aspira hoy a tener un control efectivo sobre el terreno. Y esto lo están logrando uniendo sus salvajes métodos a la débil occidentalización de esos territorios. Y sobre todo a la facilidad con la que capturaron armas a los mal pagados ejércitos iraquí y sirio. Si están obteniendo recursos, muyahidines y armas por otras vías, estaría bien saberlo. Y si tienen otro tipo de aliados que se lo pasan pipa en hoteles de lujo, también estaría bien saberlo. Por aquello de meterles un trocito de plomo en el cerebro, no por otra cosa.

Desensibilización sistemática.

Como veis, no me detengo a argumentar por qué hay que combatirles y por qué tenemos que ganar. Creo que es algo auto-evidente. Lo que sí me preocupa es el día después. Hablo de carreteras, colegios, alcantarillado, antenas de telefonía, estrenos de Hollywood. Hablo de decenas de miles de maestros que no sé de dónde pueden salir. Hablo de que como se trata de lugares profundamente xenófobos, no servirá cualquier tipo de maestro. Hablo de lograr que países de mayoría musulmana que más o menos son nuestros aliados, se impliquen. Es decir, el día después tiene un montón de factores que nadie controla. Pero incluso todas estas resistencias no deben detenernos.
Claro, vivimos en un mundo horriblemente complejo donde no hay nada sencillo. Por ejemplo, el mejor aliado que tiene Occidente en la zona es el gobierno kurdo del norte de Iraq. Un gobierno que de facto actúa como un estado independiente pero a quien no se puede reconocer porque Turquía no lo podría aceptar. La minoría kurda se extiende por varios países y su reconocimiento oficial no sólo significaría el fracaso de la permanencia de Iraq como estado, sino que soliviantaría todavía más a iraníes y turcos, quienes a su vez son aliados contra el Estado Islámico.

Son sus costumbres y debemos tolerarlas (Fuente).

Georgia y Armenia se enfrentan como ruido de fondo a yihadistas del Cáucaso, pero a su vez no están a bien con Rusia, que a su vez también combate a esos yihadistas, pero al mismo tiempo a nuestros aliados ucranianos y de forma más sibilina a Polonia y Países Bálticos. Si nos vamos a la frontera oriental del espacio que aspira abarcar el califato, tenemos a China, que no es precisamente un aliado, combatiendo a terroristas suicidas en Xinjiang. Pero a su vez China propicia roces con aliados como Japón y como Filipinas. En el caso filipino, su ejército también combate a nuestros enemigos mutuos.
Más cerca, en el Golfo Pérsico, tenemos aliados fundamentales en forma de emiratos que sólo siguen existiendo mientras la especia melange sigue fluyendo. No hace falta recordar a nadie que un torturador del califato se encontraría feliz en muchas aldeas de la península Arábiga. Todavía más cerca, en el festival de Eurovisión, tenemos a Israel, defendiéndose del yihadismo a treinta segundos de sus panaderías y con la opinión pública europea sorprendentemente en su contra. Del Sahel ya ni hablamos porque confiamos en el poder mágico del Sahara para actuar como muro de contención.

Cuando el remedio es peor que la enfermedad.

Otro ruido de fondo: en casa tenemos la exitosa falacia de considerar una religión particular como fuente del problema. Esto se lo oímos a altramuces que no han salido de su casa ni han conocido países de mayoría musulmana. Hay musulmanes más occidentales que el obelisco de la Plaza de San Pedro. Si los altramuces triunfan en su relato, habremos perdido a estos para la causa. Es más, si triunfan en su relato, nos convertiremos en una imagen especular del intransigente enemigo al que tenemos que derrotar.
Ben Yusuf lo veía claro: