Cuando era muy pequeña, las navidades eran una época preciosa. Tardes de chimenea, olor a comida casera, canela, especias, canciones y algún que otro regalo.
Sin embargo, lo que más me ilusionaba era la llegada de mi padre . Mi madre y yo viviamos aquí, en Málaga, y mi padre trabajaba en Alemania, por lo que le veía muy poco. Recuerdo con cariño la espera, la incertidumbre ( a mi padre le encantaba llegar por sorpresa ). Recuerdo la sensación que me producía estar jugando y de repente ver a mi perro levantar las orejas, una sombra atravesando la terraza, un olor a colonia masculina familiar y un silbido entonando alguna canción navideña. Entonces yo salía corriendo , me lanzaba al cuello de mi padre y ya no quería soltarle para que no volviera a marcharse.
Mi papá siempre venía cargado de regalos para todos, pero sin duda, el mejor regalo era él. Yo no podia dejar de mirarle, de hablarle, de abrazarle y de escuchar sus historias.
El día de Nochebuena, tras la cena en familia y los regalos, mi padre me sentaba en sus rodillas frente al portal de Belén y juntos cantábamos Stille Nacht ( Noche de Paz ) . Era el momento más especial de la noche, una tradición, que muchos años después intento mantener con mis hijos, aunque con niños tan pequeños, la canción puede acabar siendo cualquiera menos la prevista, pero sigue siendo un momento especial e íntimo.
Recordando mis sentimientos de niña y lo que la vida me ha ido enseñando, me doy cuenta de que , si bien a todos nos gusta tener algún regalito, lo realmente importante son las personas y el tiempo que compartimos con ellas. De nada sirve tener las mejores viandas o los más caros regalos, si no tenemos con quien compartirlos. Lo material puede romperse, perderse, desaparecer. Las personas amadas pueden dejar de estar físicamente con nosotros, pero los sentimientos y los momentos vividos con ellas siempre quedan guardados en nuestros corazones. En los últimos meses, he aprendido que la vida puede cambiar en cuestión de minutos y que hay que vivir cada momento con intensidad, disfrutando de quienes nos rodean y a su vez dándonos a ellos con amor. Al final , eso es lo que queda y se recuerda. Por eso, en estos días , para mi solo pido tiempo y compañía de las personas a las que amo y, aunque para mis hijos algun regalo caerá, trataré de ofrecer lo mismo que deseo para mí.
Feliz Navidad