Sen Moronom es la capital de Mondulkiri, situada al nordeste de Camboya y una de las provincias más remotas e inaccesibles. Hasta hace pocos meses, llegar a Sen Moronom suponía un largo y pesado viaje, especialmente en época de lluvias cuando era prácticamente imposible llegar hasta allí. Actualmente casi toda la carretera se encuentra asfaltada lo que ha facilitado mucho los desplazamientos, especialmente en el tramo final desde Snoul. Reservamos dos plazas en el autobús de la compañía Sorya que sale diariamente de Phnom Penh a las 8:30 de la mañana y llega a Sen Moronom tras unas ocho horas de viaje. Una alternativa más rápida es el minibús exprés que tarda dos horas menos, pero ya estaba completo.
En las tierras altas de Mondulkiri
Ese fue el primer trayecto en autobús de todos los que siguieron a lo largo de nuestro viaje, una forma ideal de moverse por Camboya. Existen varias compañías que cubren prácticamente toda la geografía del país, con una frecuencia de salidas suficiente para poderse organizar bastante bien. Los autobuses de línea de medio y largo recorrido realizan frecuentes paradas para que los pasajeros puedan comer o descansar un poco. En esos lugares de parada, la actividad es frenética y muchas mujeres y jóvenes, incluso niñas, esperan a su potencial clientela como agua de mayo. Se venden bebidas, frutas, galletas, cacahuetes, arañas y grillos fritos, huevos duros y demás especialidades. Suele haber un gran local donde se sirven comidas y por fuera están las vendedoras que van ofreciendo sus productos, en algunos casos organizadas en pequeños puestos.Parada en el trayecto de Phnom Penh a Mondulkiri
Parada en el trayecto de PP a Mondulkiri
Parada en el trayecto de PP a Mondulkiri
El chofer del autobús nos tiene distraídos con las canciones azucaradas de karaoke a todo volumen a las que sigue un show cómico que por las carcajadas de los locales parece ser muy divertido.Poco a poco el paisaje va cambiando y los verdes campos de arroz dejan paso a los bosques que cubren las onduladas colinas de Mondulkiri.
Onduladas colinas de Mondulkiri
Mondulkiri es la provincia más grande en extensión pero la más despoblada, con tan sólo dos habitantes por kilómetro cuadrado. En las diferentes aldeas, las casas están muy separadas entre sí y Sen Moronom, con una calle principal y poco más, es la única localidad de la región.Aquí habitan los bunong también llamados phnong, minoría étnica cuya vida está fuertemente vinculada a sus elefantes y a la selva, donde practican una agricultura de subsistencia. La etnia jemer es la predominante en Camboya, con más de un 95% de la población pero en las montañas viven algunas minorías étnicas tribales que han estado marginadas de la vida nacional, y que muy lentamente empiezan a ser tenidos en cuenta y a respetar su particular identidad. El mayor atractivo de Mondulkiri es el contacto con la naturaleza y la oportunidad de aprender las costumbres y forma de vida de los bunong, sin embargo son todavía muy pocos los turistas que conocen esa parte del país.Nos alojamos en Nature Lodge, un rústico complejo que se encuentra a unos dos kilómetros del núcleo de Sen Moronom y que por las referencias del amigo Sele nos pareció un lugar ideal para pasar las tres noches siguientes. Se trata de una gran finca, una verde explanada donde se distribuyen unas cuantas cabañas y bungalows de diferentes tamaños y donde las vacas y los caballos pastan libremente. Perros y gatos completan la familia de animales domésticos. La cabaña es muy básica pero tiene incluso agua caliente, lo que se agradece, ya que el clima es mucho más fresco que en las tierras bajas, especialmente por las noches cuando el termómetro baja considerablemente.
Nature Lodge
Nuestra cabaña en el Nature Lodge
La zona común del Nature Lodge es muy agradable y además de la función de recepción, restaurante y bar es el lugar de encuentro, ideal para leer, planificar las excursiones, descansar en la hamaca, jugar a billar o comunicarse por Internet, ya que dispone de wifi.Zona común en Nature Lodge
Zona común en Nature Lodge
Las dos jornadas enteras que pasamos en Mondulkiri las destinamos a hacer una excursión por la selva hasta una de las muchas cascadas de la zona y a realizar un trekking en elefante.El primer día, quedamos con el guía a las 8:30, después del desayuno. Montados en dos motocicletas, salimos en dirección a Sen Moronom. Seguimos por unos caminos rojizos, color de arcilla, hasta una aldea bunong donde se despide uno de los chicos que nos ha llevado en moto y el guía aparca la suya en el patio de una casa hasta nuestro regreso.Caminos rojos de Mondulkiri
En moto por los alrededores de Sen Moronom
Empezamos a caminar por un sendero donde no se ve ni un triste árbol, suerte que el viento impide que notemos el calor porqué está cayendo un sol de justicia. El paisaje que nos envuelve es de colinas no demasiado altas y recubiertas de bosque que se prolongan hasta tierra vietnamita. Cham, el guía, es un chico extrovertido de 24 años y con su fluido inglés que ha aprendido rápidamente con los turistas (imita perfectamente los diferentes acentos del inglés australiano, americano, indio, británico, irlandés… es un crack!) nos va explicando varias cosas sobre su vida, sobre los bunong y sobre los animales (muy escasos) y plantas que vamos encontrando a lo largo del camino.Algunos insectos que se dejaban fotografiar
Nos desviamos del sendero principal y nos adentramos en la selva caminando entre la vegetación. Después de un par de horas llegamos a la cascada K’bal Preah. Cham se baña, pero el agua está congelada y descartamos la idea. Es el momento del picnic y de un rato de descanso.
De camino a la cascada
Cascada K'bal Preah
Regresamos por el mismo camino pero ahora toca subida y el calor aprieta. Nos encontramos con algunos recolectores de resina, una fuente básica de ingresos para los pobladores locales que se encuentra amenazada. La práctica tradicional consiste en hacer un orificio en la base del tronco y usar fuego para estimular el flujo.Orificio por donde se extrae la resina
Recolección de resina
La función de los recolectores es muy importante para la protección del bosque ya que conservan a los árboles para una producción ambientalmente sostenible. A pesar de que la legislación forestal de Camboya prohíbe la tala de árboles que la población local explota para la obtención de resina, la realidad es que la deforestación es un hecho también en Mondulkiri. Las plantaciones de caucho requieren grandes superficies y muchos bunong han sido desalojados de sus territorios perdiendo su forma de sustento. Los bunong gestionan el negocio de la resina de tal manera que poseen árboles de forma “privada”, es decir, si un árbol está perforado ya se respeta y nadie más recolecta resina de ese árbol. Los propietarios protegen sus árboles y el bosque que los rodea y no permiten la tala sin consultar con los espíritus. Los bunong son animistas e interrogan a los espíritus, interpretando a través de los sueños si están de acuerdo en la tala de pequeñas parcelas para los cultivos de subsistencia, especialmente mandioca o arroz de montaña, pero nunca se cortan árboles grandes ni vastas extensiones. Según ellos, si se corta el bosque, los espíritus son expulsados y ya no ayudan a la comunidad. Sea como sea, estas prácticas han conservado el ecosistema durante siglos y ahora su equilibrio está en juego.Niña bunong
El segundo día de estancia en Mondulkiri hacemos el trekking en elefante. Una furgoneta nos lleva a una comunidad bunong, donde viven los propietarios del elefante. El padre de familia sale a recibirnos, nos da la mano varias veces y empieza a hablarnos, sin que podamos entenderle una sola palabra. Aunque por sus gestos podemos interpretar lo que dice, el guía nos traduce que nos da la bienvenida a su casa y nos está agradeciendo nuestra presencia. Preparan al elefante y aunque ésta es la cuarta vez que hacemos una excursión a lomos de estos adorables paquidermos (Tailandia, India y Sri Lanka), nunca habían sido tantas horas ni en tan incómoda posición, encogidos dentro de un minúsculo banco de madera. Pasamos por lugares preciosos mientras vamos encontrando chozas de bunongs y gente trabajando en el campo. Se ven sobretodo pequeñas plantaciones de mandioca, pero también plátanos, piñas, papayas y arroz que complementan su estrategia de subsistencia con la cría de cerdos y gallinas, la recolección de alimentos del bosque, la caza y la pesca. Nuestro mahout es tan sólo un niño de 10 años y lo que para nosotros es incomprensible, para los bunong, un niño de esa edad puede realizar los mismos trabajos que un adulto, se le considera ya un hombre. El mahout maneja y conoce perfectamente a su elefante el cual se le adjudica de bien joven, con la finalidad de que la relación entre ambos sea muy estrecha.Aldea bunong
Aldea bunong
Elefante y mahout a punto de marcha
El elefante se toma el paseo con mucha calma y se va deteniendo para comer bambú y todo tipo de hojas tiernas. El mahout, con la pequeña lanza metálica llamada anlius ó ankus, le pica detrás de las orejas y en las zonas más sensibles para que obedezca y siga el camino. Atravesamos un par de veces el río y a través de la selva llegamos a una cascada.
Aldea bunong
Plantación de piñas
El elefante y el mahout desaparecen en la selva durante más de tres horas. Para los bunong es sagrado respetar las horas de descanso y comida de sus elefantes. Aprovechamos para leer, comer y dar una vuelta por los alrededores junto al guía que nos acompaña. Visitamos algunas chozas donde viven en las más extremas condiciones de pobreza. El fuego en el centro, sirve tanto para cocinar como para calentar las frías y ventosas noches. Sobre una especie de anchos estantes de madera es donde duermen y todo lo que tienen son unos pocos utensilios de cocina y para el campo. En el exterior, algunos animales y el “santuario” de los espíritus, con ofrendas de vino de arroz y algunas espigas de cereal para pedir una buena cosecha. En una de las chozas hay dos niñitos durmiendo y su madre nos comenta que han cogido la malaria. No tiene medicamentos ni los ha visitado ningún médico, sólo confía en que los espíritus de sus ancestros le echen una mano.
Santuario y ofrendas a los espíritus
Ofrendas a los espíritus
Regresamos a la orilla del río haciendo equilibrios sobre un gran tronco de árbol que hace de puente. Unos niños mientras cuidan su ganado, vacas y búfalos de agua, se toman un descanso para bañarse en el río. Aunque trabajen como adultos, lo que les encanta es jugar, como a cualquier niño de su edad. Nos llama la atención que cuando salen del agua, encienden una pequeña hoguera para calentarse y secarse. ¿Quién necesita toallas?
Un baño en el río
Calentándose después del baño
Llega el mahout con el elefante. Es la hora del baño y parece ser que es un momento de gran placer para el animal. El niño lo sabe manejar bien, ahora se tumba, de un lado, del otro, ahora se levanta y lo que para el animal parece ser el mejor momento del día, para el niño supone una obligación de las muchas que tiene.
A punto del baño
Mahout bañando a su elefante
El camino de vuelta es más corto pero más complicado y con tramos de gran pendiente. Las enormes patas del elefante se hunden en el fango y nos balanceamos de un lado a otro. El paisaje es precioso y entre los árboles se ven algunas casas con plantaciones de arroz y bananos. De la parte más alta se domina una bonita vista sobre los campos y las colinas que los rodean.Regresamos a la casa de la familia bunong y compartimos con ellos un buen rato. Entramos en la choza más grande que utilizan como almacén. Dos mujeres realizan sus tareas cotidianas y mientras una criba y limpia el arroz la otra va obteniendo la harina con la ayuda de un gran mortero de madera. Los niños nos miran con cara de extrañados pero basta enseñarles unos globos para que enseguida nos hagamos amigos. El mahout, que todo el día ha tenido que comportarse como un adulto se acerca a buscar unos globos para jugar. Recuerdo que nos ha dicho que tiene tan sólo 10 años.