De manera más prudente, le critican la Corona, las fuerzas armadas y sectores poderosos de la gran empresa, además de instituciones divididas como la Fiscalía, descontenta con la vergonzosa dependencia del gobierno, el personal de los juzgados, que se siente maltratado y abandonado y cientos de sectores de la economía, como los propietarios de viviendas, de comercios, de hoteles y un larguísimo etcétera.
Aunque está a punto de perder las orejas de tantos tirones que recibe, Sánchez permanece imperturbable en el poder. Cualquier otro dirigente del planeta habría dimitido una docena de veces ante tanto rechazo de su pueblo, pero Sánchez es capaz de perder las orejas y más cosas con tal de permanecer en el poder.
El ejército de la tiranía mundial ha encontrado en Sánchez su modelo: un dirigente blindado ante el rechazo de su pueblo y el más rotundo fracaso, capaz de desarmar todas las defensas, frenos y contrapesos de la democracia, hasta prostituirla.
El reciente tirón de orejas de los médicos españoles, reunidos para estudiar el coronavirus, ha sido realmente fuerte y humillante. Le acusan de gestionar mal la pandemia y de convertir la vacunación en un caos dominado por la desinformación y la incapacidad de generar confianza. Le aconsejan, con vehemencia, que vacune masiva y rápidamente y que restaure la confianza de la sociedad en ese remedio, que es el más eficaz para doblegar al virus.
Pero las críticas a Pedro Sánchez y los tirones de orejas son ya un océano desbordado e incontenible, que abarca a comunidades autónomas, como la andaluza y la de Madrid, que denuncian parcialidad y arbitrariedad en la distribución de las vitales vacunas, y de amplios sectores de la sociedad que ya no se contienen e inundan las instituciones europeas, las redes sociales y los medios de comunicación de denuncias contra un gobierno, al que acusan de amparar la violencia en las calles, ayudar al independentismo, proteger a los ladrones de viviendas (okupas), acosar a los adversarios y ser arbitrario, parcial, corrupto e injusto, además de haber provocado y provocar, con su injusticia e incapacidad, miles de muertos, en las residencias, en los hospitales, en los hogares y en la silenciada ola de suicidios.
Francisco Rubiales