Las palabras (no) son inocentes

Publicado el 24 noviembre 2015 por Debarbasyboinas @DeBarbasYBoinas

Como estudiante de Historia, he tenido que hacer muchos comentarios de texto, o he analizado diversos textos históricos para encontrar ideologías y conceptos detrás de las palabras y frases que los conforman. Es en medio de estas labores cuando se me viene a la mente una frase que decía uno de mis profesores en clase a la hora de afrontar uno de aquellos textos: “Las palabras no son inocentes”.

Evidentemente, el léxico, la gramática, la ortografía, la sintaxis,… no tienen nada que ver con esto, porque las palabras en sí mismas no tienen ideología, no son malsonantes, no tienen significados,… sino que son los contextos lo que hacen que las palabras tengan estas y más cosas que pueden hacernos pensar, señalar, indignar, ofender,…

Cuando situamos las palabras o frases en un determinado contexto, es cuando tiene sentido la frase de mi profesor. Para encontrar ideologías en los textos históricos, se necesita leerlos entre líneas, porque es ahí donde reside la riqueza de un documento histórico. Las palabras y frases de los documentos históricos casi nunca están ahí por accidente, sino que cumplen con la intencionalidad establecida por quién lo escribió.

Pero tampoco es algo que se limite a lo histórico ni al lenguaje escrito. Vemos constantemente a políticos, abogados, periodistas,… hablar cuidando el lenguaje, escogiendo las palabras precisas, controlando el tono de voz, la expresión corporal,… incluso escogiendo un lugar concreto, un vestuario o un look. Todo esto también es intencionalidad del lenguaje, porque son las piezas que conforman un contexto para unas palabras que quieren dar un mensaje implícito y explícito a una audiencia o a una persona.

A finales de los años 60, hubo una ideología, cuyo pensamiento aplicado al estudio de la historia, se podía resumir en la máxima “Las sociedades cambian cuando cambian las palabras”. Este pensamiento es conocido como el “Giro lingüístico”. Para mí que esa máxima es al revés, pero, aún así, no deja de tener sentido, ya que el discurso y el lenguaje son tremendamente importantes, y merecen atención.

Por otro lado, las palabras muchas veces mienten, sobre todo cuando son puestas en conjunto en un texto. Eso es algo que Lorenzo Valla sabía muy bien. Este señor fue secretario del rey Alfonso V de Aragón, y de este rey recibió el encargo de averiguar sobre la autenticidad de un documento tremendamente importante en época medieval, un texto conocido como la “donación de Constantino”.

En este documento, el emperador romano Constantino entrega el Imperio Romano de Occidente al Papa Silvestre I, además de reconocer a este Papa como el soberano de estos territorios, lo que significaría el origen del Patrimonio de San Pedro (el remoto origen del Estado Vaticano). Es un texto que supuestamente estaría escrito hacia el año 300, y que en el proceso medieval conocido como la “Querella de las investiduras”, se utilizó por parte del Estado Vaticano para justificar su supremacía sobre los poderes laicos cuando éstos se enfrentaron al poder papal.

Lorenzo Valla hace el encargo que le manda el rey, y en esto que anda investigando este texto y descubre que… ¡Hay palabras del latín medieval en un supuesto texto de época clásica! Esto le permite descubrir a Lorenzo Valla que ese texto era falso, y que fue inventado por la curia papal, lo cual le lleva a escribir una extensa crítica en la que explica todo esto de manera muy detallada.

Supongo que me quedan cosas en el tintero, pero bueno, las palabras y las ideas suelen discurrir de manera irregular por nuestra mente, y hay que saber cuándo hay que parar un texto, por lo que habrá que ir concluyendo. Subrayar de nuevo la importancia de las palabras y su contexto como un gran aporte para dar sentido a las frases y a los textos. Porque por la boca muere el pez.

Simón de Eiré