Primero me gustaría traer aquí a Doña Agustina, madre soltera de cuatro hijas en una comunidad de Camotán (Guatemala), que ha sobrevivido 12 años de miseria absoluta cobijada por un chamizo de cuatro palos (literal) y un tejadillo de palma. Su choza no tenía paredes, ni suelo, ni cama, ni ningún objeto de esos que aparecen en cualquier casa del mundo. No tenía nada, salvo unas vasijas de plástico y un mortero de piedra (diseño maya de 1500 años de antigüedad). Vive en la miseria total, más cerca de vivir como un animal de la selva que como un ser humano. Ella vive de los programas asistenciales del Estado (poco, tarde y mal entregados), pero sigue conservando su aplomo y entereza cuando habla de su pobreza y de situación familiar. No nos pidió una nueva casa, pero se la vamos a hacer, con la colaboración de los hombres del pueblo y con los materiales que pondrá Acción contra el Hambre.
Por otro lado, tengo que mencionar obligatoriamente a uno de los mejores líderes que he conocido en la lucha contra el hambre en América Latina: Andrés Botrán, Secretario de Estado de Seguridad Alimentaria de Guatemala con el anterior Gobierno. Andrés fue un ejemplo de liderazgo como persona y como político, saliendo del Gobierno con reconocimientos varios y la cabeza muy alta. El trabajó durante tres años porque mujeres como Agustina dejaran de vivir en la miseria y la desesperación. Su relación con el sector empresarial le sirvió mucho para actuar como bisagra entre el ámbito público y el ámbito empresarial en Guatemala, un país dividido entre unos pocos que tienen mucho y unos muchos que tienen muy poco. Doña Agustina y Andrés están pasando por momentos muy duros actualmente, pero su entereza de espíritu y su determinación por salir adelante les hace merecedores de mi más profundo respeto. Las personas individuales sí son importantes y a ellos dedico esta entrada del blog. Necesitamos más líderes contra el hambre, tanto en las comunidades como en las capitales y centros financieros.