Desde hace años, hemos sido testigos de las marchas importantes que organizaba el régimen norcoreano durante los días más importantes en la Plaza de Kim Il-Sung viendo a los militares y civiles en sus 415 metros de largo (por la fecha de nacimiento del "Presidente Eterno", 15 de abril) emitiendo la mejor sonrisa al público y a la prensa de todo el mundo con el intento de mostrar que en su lugar hermético (sobre todo en Pyongyang) todo funciona con absoluta normalidad. Los días de nacimiento de estos tres líderes norcoreanos y los días de la muerte de los dos últimos, el Eterno y el último de hace seis años, son días para emocionarse o de soltar algunas lágrimas, con gritos para mostrar su lealtad al Partido de los Trabajadores.
Quizá la novedad de este año haya sido la no exposición de los misiles de largo alcance durante la celebración de 70 aniversario de la fundación de la República Democrática Popular de Corea. Y los medios se han enfocado en ese aspecto analizándolo como un resultado visible a la intención de acercar posturas por parte del régimen con Corea del Sur y Estados Unidos. Pero dicha observación puede caer en la trampa de lo superfluo ya que la promesa de suprimir las armas nucleares sigue sin cumplirse e invitar a los observadores internacionales, especialmente de la Organización Internacional de la Energía Atómica, al territorio norcoreano sigue en pie. Y puede ser que, para los que defendemos la estabilidad en aquella zona peninsular, el desfile de los tanques, como ven en la imagen superior, no invite especialmente al optimismo.
Durante los años de investigación que he realizado sobre el aspecto de derechos humanos en Corea del Norte, entrevistado a los refugiados norcoreanos, me ha llamado la atención los que forman parte de los desfiles. Desde niños a adultos, que tienen que salir mirando hacia Kim Jong-un con una exactitud que roza lo obsesivo, detrás de la fuerza que transmiten levantándose las piernas, existen meses de ensayo y posteriormente, dolores en todo el cuerpo cuando el gran telón acaba de caer. Sin rechistar que están exhaustos. Minutos después de la función, habrán preguntado si el teatro ha acabado. En el caso de confirmase el desenlace, tocará volver a sus hogares, asumiendo que su propio régimen les ignorará sus peticiones más necesarias. Hasta que llamen para la siguiente función con el fin de recorrer esos 415 metros. Con una amplia sonrisa. Sin nada a cambio. Porque ellos aman su país y no hay nada que envidiar al exterior.
PD: Este artículo de la BBC nos puede adentrar como son los preparativos para los desfiles militares en Corea del Norte. El diario de Corea del Norte