Y es que aunque sean tribales, también son emprendedores y el padre de Phejin empezó a comprar tierras y a crear plantaciones de té donde nunca las había habido, en una zona donde jamás se había cultivado té. Fue una decisión arriesgada y contrató a trabajadores de Assam muy familiarizados con el cultivo de esta planta. Y la jugada le salió bien, poco a poco se ha ido haciendo un pequeño imperio del té en Nagaland y cada vez tiene más terrenos para cultivar.
Sólo que Nagaland es muy montañoso por lo que los cultivos son mucho más bonitos que los de Assam en la llanura. Estos tienen formas caprichosas y rodean montañas.
Una escena inolvidable es ver a las mujeres recogiendo las hojas de té al atardecer y llevar la recolección diaria hasta el camión que la llevará al estado de Assam. Antes de cargar las hojas al camión se pesa la recolección y se apunta, porque la paga está directamente relacionada con el peso de hojas recogidas.
Las caras entre satisfacción y cansancio tras un duro día de trabajo lo dicen todo.
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