Las plantas pueden sentir, las plantas pueden expresarse … y ahora también pueden contar!
Botánicos del centro de investigación británico John Innes Centre publicaron este apasionante trabajo en la revista eLIFE después de haber constatado que las plantas eran capaces de gestionar su reserva de almidón durante toda la noche de modo que estas se acaban precisamente en el momento en que amanece para así evitar una muerte asegurada por hambruna.
Como todos sabemos, durante el día las plantas llevan a cabo la fotosíntesis, proceso esencial para su crecimiento porque es durante el día que, gracias al CO2 atmosférico y la energía que aporta la luz, las plantas sintetizan materia orgánica imprescindible para su constitución. Por la noche, en ausencia de luz y de fotosíntesis, la maquinaria molecular no se para, las plantas siguen generando materia orgánica y lo hacen recurriendo a sus reservas de carbohidratos (típicamente de almidón) para seguir aportando energía a su metabolismo.
¿Una adaptación de recursos variables e inteligente?
Para responder a esta pregunta, los botánicos autores del estudio realizaron un experimento muy simple pero con resultados vanguardistas para los organismos vegetales. Colocaron a Arabidopsis thaliana, la planta herbácea favorita por excelencia de los laboratorios, en diferentes cuartos de luz controlada para someterlas a noches de longitud variable. Sorprendentemente, observaron que sea cual sea la longitud de la noche, si la llegada de la noche fue artificialmente avanzada o retrasada, las plantas consumen siempre el 95% de sus recursos en almidón acumulados durante el día.
Así, dos hipótesis fueron avanzadas: o bien la planta se adapta a lo largo de la noche con una velocidad de consumición del almidón variable con aceleraciones o desaceleraciones para así ahorrar en energía hasta la llegada del sol, o la planta evalúa desde el atardecer la longitud de la noche, es decir, controla el ritmo de consumición del almidón para que este sea constante hora por hora durante toda la noche.
Un dominio perfecto del cálculo matemático.
Con el fin de observar cómo las plantas se adaptaron, los científicos utilizaron plantas controladas con un ritmo preestablecido de 12 horas días / 12 horas noches a los que cambiaron bruscamente la duración de la noche reduciendola a 8h o aumentando a 16h. En cada cambio, la planta se adaptó y de nuevo siempre consumió el 95% de sus recursos… siempre! En otras palabras, las plantas “prevén” la duración de la noche y su reloj interno “sabe” que el ciclo de la madrugada-amanecer es de 24h.
¿Y qué pasa si la noche se hace más corta entonces?
- Si el sol cae de repente después de 8h (no en 12h como suele ser el caso), el “reloj biológico” de la planta calcula 24 horas (tiempo total) menos 8h (soleado), lo que da 16 horas de noche;
- Y entonces la planta divide sus tasa de recursos por el número de horas en la noche.
Conclusión: las plantas saben restar y dividir.
Parece de locos pero los científicos del Centro John Innes están convencidos de que las plantas controlan su ritmos de consumición de almidón durante la noche realizando cálculos matemáticos muy sutiles, concretamente divisiones aritméticas!!
¿Podemos hablar de “memoria” o “inteligencia”?
Otros experimentos se llevaron a cabo, incluyendo la inserción de un pequeño periodo de sol durante la noche para engañar a las plantas y restablecer su reloj interno a cero. Quizás podéis intuir las conclusiones… Para ir más lejos en la sutileza del funcionamiento de estos seres que creíamos “inferiores”, resulta que la planta (que había reconstituido parte de sus reservas durante este breve periodo de luz) no cayó en la trampa! Cuando la noche regreso, calculó cuánto tiempo de oscuridad le quedaba para cumplir el ciclo de noche completo y a qué ritmo, más intenso que el calculado inicialmente, tenía que consumir su stock parcialmente renovado! Tendrían entonces, además de una calculadora interna, una memoria.
Este descubrimiento me ha hecho mirar el mundo vegetal con otra perspectiva. Cada noche la planta pone en marcha un proceso para maximizar sus reservas de hidratos de carbono, sin entrar en el rojo (de ahí el margen del 5% de la seguridad), ciertamente un proceso digno de ser comparado con los de los seres “superiores”. Es evidente que estos mecanismos son esenciales para mantener el crecimiento y la productividad de la planta. Y ahora muchos expertos se preguntan, si logramos entender cómo consiguen las plantas proseguir con su crecimiento en la oscuridad, podríamos aprovechar ese conocimiento para mejorar espectacularmente nuestras cosechas.
¿Una idea fascinante verdad?
Elodie Brans.